Emiliano Obando Orias murió el 30 de marzo del 2011, a los 58 años, mientras estaba internado en el Hospital México.
Días antes, había ingresado en ese centro por el servicio de Emergencias, grave, relató su compañera durante 36 años, Vilma Agüero González.
“Él padecía del corazón. Tomaba pastillas . Yo fui con él a la charla que le dieron para hacerle el cateterismo, y fue ahí cuando le dijeron que esperara a ser llamado”, recordó Vilma.
Nunca lo llamaron. Por lo menos, no antes de morir.
Valiéndose de un conocido, y luego de un largo viaje desde Sarapiquí, donde residió por más de dos décadas, este guanacasteco ingresó a Cardiología, mediante el servicio de Emergencias del México.
Ahí, cuenta Vilma Agüero, le descubrieron unos tumores en el cerebro.
Los médicos le dijeron que tenían que operarlo primero de esos tumores, antes de hacerle el cateterismo.
A Vilma eso le parecía ilógico. Según contó, ella le habló a uno de los especialistas y le pidió que no lo dejaran morir. Que le corrigieran el problema del corazón, antes de entrarle a los tumores.
Emiliano no aguantó y falleció a finales de marzo.
Antes del internamiento, este trabajador bananero padeció mucho. De hecho, sufrió un derrame cerebral que le paralizó el lado derecho del cuerpo.
Aún en esas condiciones, recuerda Vilma, su compañero salía a trabajar todos los días, “arrastrando medio cuerpo porque teníamos que comer”.
A Emiliano lo llamaron dos veces después de muerto. La primera vez, para reclamarle a Vilma la pérdida de la cita para el cateterismo. La segunda, para preguntar por qué Emiliano había faltado a la cita para cirugía.