Devuélvase a octubre de 1996. El entonces presidente ejecutivo de la Caja, Álvaro Salas Chaves, anunció la mayor tragedia médica del país hasta entonces: 109 enfermos de cáncer habían sido sobreirradiados con cobalto en el Hospital San Juan de Dios.
Esta fatalidad comparte un elemento con otra que se le sumó casi una década después: el incendio que destruyó una parte del Hospital Rafael Ángel Calderón Guardia y mató 21 personas.
Lo común entre ambos eventos es que sirvieron para destapar enormes e innumerables fallos en la gestión del mantenimiento predictivo, preventivo y correctivo de los hospitales públicos.
En el San Juan de Dios, entre muchas cosas, falló la supervisión sobre la operación de la bomba de cobalto. Y en el Calderón erró todo: desde la selección del supuesto asistente de enfermería responsable del incendio, hasta los extintores y las bombas de agua, que no funcionaron cuando debían hacerlo.
A lo largo de los últimos años, los ejemplos sobran. Aunque la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) ha intentado corregir sobre la marcha, las acciones se quedan cortas ante la inmensidad de la tarea: velar por el perfecto estado de 1,2 millones de metros cuadrados en edificaciones, con un valor patrimonial calculado en $1.700 millones y asegurar el óptimo funcionamiento de 800.000 activos, entre equipos médicos y mobiliario.
En este momento, un 75% de los edificios de la CCSS está en mal o regular estado. La mayoría, además, tiene en promedio 43 años de antigüedad.
Los recursos son escasos. Según el director de Mantenimiento en la Caja, Juan César Rojas Aguilar, los hospitales apenas dedican un 2% de su presupuesto a este servicio. La inversión en las 104 áreas de salud es todavía más raquítica: ronda un 1%.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) recomienda, dice Rojas, un 5% de inversión en mantenimiento, a lo que debería sumarse otro 2% para obras de remodelación y otras mejoras.
Insuficiente. La gerenta de Infraestructura y Tecnología de la Caja, Gabriela Murillo Jenkins, admite que la gestión de mantenimiento local aún es débil.
“No tienen su inventario, programas o personal. Si tienen el personal, este no cumple con el perfil”, asegura Murillo haciendo referencia a que solo un 10% de los 1.150 funcionarios de esta área son profesionales.
La institución ha intentado paliar esas carencias desde el 2012, con una política de mantenimiento y un Reglamento para el Sistema de Gestión.
Pero se va paso a paso. El Reglamento exige un inventario de infraestructura y equipos, cuyo avance ha sido irregular: los hospitales tienen finalizada el 83% de la tarea, pero las sucursales y áreas de salud van muy atrás.
La exigencia es alta porque ahora se les pide rendimiento y se les hace evaluaciones, que la gran mayoría no pasa.
“Con excepción del (Hospital) de Niños o el Cenare (Centro Nacional de Rehabilitación), que andan por encima del 80, en los otros el promedio (de evaluación) está entre 30 y 50 sobre 100”, dijo Juan César Rojas.
Desde el 2013, la CCSS ha invertido más de ¢20.632 millones en 847 proyectos mediante el Fondo de Recuperación de Infraestructura (FRI), con el cual intenta reponer el faltante presupuestario de las unidades.
También ha recurrido a un Fondo de Reemplazo de Equipo Médico, que solo para este año tiene disponibles ¢10.000 millones.
Sin embargo, no se sabe si habrá presupuesto para ambos fondos en el 2016, advirtió Rojas.
Todo este proceso lo que al final busca, agregó el funcionario, es tener edificios y equipos en buen estado.
“No solo el mantenimiento de ‘corra porque ya se dañó algo’. Hay que entrarle al mantenimiento preventivo y predictivo. Buscamos hospitales con cultura de cuidar y conservar desde el servicio de Ingeniería y Mantenimiento”, agregó el director de Mantenimiento.