Vivir como una mujer que sufrió agresión por parte de quien fue su esposo 28 años la hizo también ir contra sí misma.
“Me creía todas las cosas feas que él me decía; lo veía como algo normal, al punto de que más de una vez yo me dije a mí misma que era una inútil o que no era merecedora de cosas a las que tenía derecho. Yo era otra persona”, comentó Dora Valverde, quien es sobreviviente de agresión.
Luego de que su esposo se marchó, su hija, quien trabajó en el Hospital San Juan de Dios, le aconsejó tocar directamente las puertas del Servicio de Trabajo Social de ese centro médico.
“Es de las pocas personas que llegó directamente buscando la ayuda que necesitaba. Muchas llegan luego de ser referidas tras estar en psiquiatría”, comentó Gina Coto, trabajadora social del San Juan de Dios.
En el hospital, las víctimas de algún tipo de abuso reciben apoyo emocional y consejería en varios ámbitos de su vida, comparten con personas en situaciones similares a las suyas y entre todos buscan cómo salir adelante.
“Yo era una persona cuando entré y soy otra ahora. Digo que ya dejé de llamarme Dorita. Aquí me percaté de todas las formas de abuso que viví y cómo estaban afectándome, y uno hace buenos amigos. Ya la terapia de nosotros terminó, pero nos seguimos viendo y saliendo”, comentó Valverde.
Apoyo. Para Coto, los grupos de apoyo son vitales para quienes han sufrido agresión porque ahí se comparten experiencias, aumentan su autoestima y construyen nuevas relaciones de amistad.
“Es normal ver que personas que se autolesionan sufrieron de abuso por parte de alguien más anteriormente o fueron testigos de actos de violencia. Lo mismo sucede con quienes consumen drogas, otra forma de autolesión.
”Lo ideal aquí es superar el origen para no autoinflingirse la violencia. Si no se trabaja con el origen, no detendremos las consecuencias”, dijo la especialista.
Los expertos coinciden en que la mejor forma de ayudar a estas personas es instándoles a buscar ayuda profesional.
Sin embargo, este tipo de violencia normalmente es ocultada por vergüenza o miedo al rechazo social, por lo que cuesta más identificar quién la tiene o que la persona admita su problema.
“Ante todo, haga sentir a esa persona apoyada, pero hágale ver que la ayuda profesional es lo más necesario para que salga adelante”, recalcó Coto.