Una cruz de ceniza sobre las frentes de los fieles marcó ayer el inicio de uno de los tiempos especiales y tradicionales de la Iglesia Católica: la Cuaresma.
Inspirada en el ayuno de cuarenta días que practicó Jesucristo en las montañas de Jericó --donde fue tentado muchas veces por el demonio-, este período está concebido como una preparación para la Pascua de Resurrección, que se celebra el último domingo de Semana Santa.
Ayer en todos los templos católicos del país se celebró el arranque de la Cuaresma con el llamado Miércoles de Ceniza, y los más devotos con un ayuno que la Iglesia pide a quienes puedan hacerlo y que consiste en disminuir la cantidad de alimentos, aunque sin dejarlos del todo.
A partir de mañana, y todos los viernes sucesivos hasta pasada la Semana Santa, los católicos practicantes se abstendrán de comer carnes, siempre y cuando sus condiciones se lo permitan, y la Iglesia les recomienda guardar recogimiento y reflexionar sobre la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
En El Vaticano, el papa Juan Pablo II, al inaugurar el tiempo de Cuaresma, dijo que este es un período para acercarse más Dios e insistió en la necesidad de dar un buen testimonio de vida.
En nuestro país el obispo auxiliar de San José, monseñor Antonio Troyo, manifestó que la Cuaresma debe adaptarse al momento en que vivimos y que la Iglesia sabe que el alto costo de la vida y la pobreza lógicamente impiden a muchas personas ayunar o dejar de comer carne "pues, en todo caso, casi nunca lo hacen", por lo que pidió a este sector de la población orar y tratar de hacer alguna caridad para cumplir con el precepto.