Tico en Jornada de la Juventud: "El mejor equipaje que necesita un peregrino es su fe"
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Brasil. Conozco a una mujer, su nombre es Johana. Es joven y coqueta. Viene conmigo a la Jornada Mundial de la Juventud y sabía que había hecho la maleta dos semanas antes de que partiera para Río de Janeiro. Yo como no soy tan vanidoso, me dejo sorprender de semejante precocidad organizativa y juzgo a las ansias como causales del hecho.
Sin embargo, lo más irónico del caso es que aunque hiciera yo el día antes las maletas, una no me la dejaron pasar. Era tan grande que no podía ser llevada como equipaje de mano y la enviaron para Belo Horizonte, donde iba a ser mi destino final.
Cuando me bajé del avión y vi mis megamaletas (y tras de feria que andaba con una guitarra), comencé a pensar que es más precavido el que sabe ahorrar.
Hubo alguna vez una mujer que viajó quién sabe cuántos kilómetros para encontrarse con lo que iba a ser su remedio. Tenía quién sabe cuántos años de estar sufriendo un flujo de sangre que no se detenía; la llamaban la hemorroísa.
Esta mujer, que era considerada un desprecio de las gentes, había gastado una fortuna por 12 años para ver quién le detenía su flujo, pero nada daba resultado. Había oído hablar de un tal Jesús de Nazareth, de quien se decía que hacía milagros. Y así fue como esta mujer, con solamente un miligramo de fe consigo como equipaje de mano –o del alma– , se aventuró a peregrinar a Genesaret solo para tocarle un borde del manto.
¿Quién me ha tocado?, dijo Jesús, y de repente una temblorosa mujer levanta la mano y dice "yo fui". "Hija, tu fe te ha salvado", le respondió Jesús.
Un miligramo de fe le bastó no solo para ser sanada, sino para ser salvada, como dijo el maestro. Van a ser las 3 de la mañana en Rio de Janeiro. Hoy no nos pudimos quedar en el Colegio Mercedes, donde fuimos hospedados en Nitéroi, sino que estamos en una parroquia de hermanos redentoristas en el centro de Rio.
No nos esperábamos quedar acá y ahora no tengo más equipaje que otra mudada y esta computadora. No me sirve de nada las dos mega-maletas que están en el colegio. Y aún así aquí estoy... con el corazón henchido de alegrías, se me hace tan grande ahora que no me importa que esté en el puro suelo durmiendo, porque me acolcha el alma.
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