Al término de la ceremonia, durante el saludo oficial a las 98 delegaciones extranjeras presentes para la canonización, Francisco fue sorprendido por peticiones de esa naturaleza.
En al menos dos ocasiones, representantes oficiales le pidieron al Papa que posara para un autorretrato, pese a que el fotógrafo oficial de la Santa Sede inmortaliza cada uno de esos momentos.
Otro pedido insólito fue cuando una pareja, la mujer vestida con traje indio, le tomó la mano al papa Francisco y se la colocó en la cabeza para tomarse una foto.
Igualmente curioso resultó cuando la esposa del presidente de Polonia tomó la foto de su marido, Bronislaw Komorowski, mientras saludaba al Papa latinoamericano.
En todas, Francisco no parecía incómodo y se veía disponible mientras los delegados le entregaban cartas, le pedían consejos o le hablaban más de la cuenta.
Su Santidad no suele correrse a los selfies y durante las audiencias generales se ha tomado fotos con parejas de recién casados y con estudiantes. El autorretrato ha existido desde hace siglos, pero con las cámaras incorporadas en los teléfonos tomó nuevo vuelo.