La cámara colocada en una de las esquinas del edificio Sion marca las 2:17 a. m. Una silueta cruza corriendo hacia el Parque Nacional. Detrás, cruza otra, y otra, y luego la luz de la patrulla se hace presente. Se cambia la toma. Desde otro ángulo, el video mudo muestra la acción: un nuevo asalto. Otro.
Un par de horas antes, la cámara que da al bulevar de la Asamblea Legislativa capta el momento justo en que una mujer joven cae al perder el equilibrio, mientras trata de orinar de cuclillas agarrada de una jardinera.
Los cuadros quedaron registrados con fecha y hora, y, como estos, son cientos las situaciones que se repiten, con una u otra variable, cada noche en las cuadras que van desde la calle 13 hasta la 29, y entre la avenida segunda y la avenida tercera, la que baja por la Biblioteca Nacional.
El sexo, la violencia y la venta de drogas no son nuevos en la fauna citadina. Sin embargo, en los últimos meses, el asunto ha pasado a ser un factor que preocupa a las autoridades, tanto del Congreso como de Seguridad Pública.
“Ya no es un lugar seguro para caminar en las noches”, acepta la jefa de seguridad de la Asamblea, Magaly Camacho, quien defiende la labor de su personal y el de otras dependencias del orden, como la Fuerza Pública y la Policía Municipal. Sin embargo, acepta que el flujo de gente, la cantidad de bares y el desorden callejero imponen su ley en esta zona.
Camacho señala que no basta con la implementación de un sistema de monitoreo y vigilancia con 60 cámaras y 64 funcionarios distribuidos en tres roles, dedicados a mantener vigiladas calles y aceras de los alrededores del Congreso. Aun así, dice, las personas no pueden andar tranquilas por allí.
En los videos captados por las cámaras del Congreso, quedan registradas las más diversas situaciones bochornosas y delictivas, las cuales hacen de las cercanía de la Asamblea un lugar inseguro.
Aquí, el transeúnte bien puede encontrarse a una mujer descompuesta en plena vía pública, o toparse con motociclistas conduciendo contravía.
Marihuana, cocaína, crack , K2 o cualquier sustancia que se pueda quemar o inhalar, pasa fácilmente por la avenida cero. La consecuencia imaginable es que abunda el consumo de estas drogas en plena vía pública.
Los agentes Luis Carlos Rojas y Freddy Gutiérrez miran y reportan a la Fuerza Pública las anomalías que se congelan en las imágenes de video de las cámaras de seguridad de la Asamblea Legislativa.
Ellos laboran en la central de monitoreo y vigilancia del Congreso. Ambos, criminólogos de profesión, se encargan de coordinar labores con la Fuerza Pública y la Policía Municipal.
“La Policía hace operativos los fines de semana. Lo que pasa es que creemos que en el transcurso de una jornada de 9 p. m. a 2 a. m., pueden moverse por aquí más de 2.000 personas”, afirma Gutiérrez.
El fenómeno de ‘La Cali’
La vida nocturna que se ha venido desarrollando en los alrededores del barrio La California es, en criterio del director de la Policía Municipal, Marcelo Solano, uno de los disparadores de la violencia en estas cuadras josefinas.
El Concejo ha venido entregando una serie de licencias de licor para que esta zona se convierta en la zona bohemia de la ciudad.
Solano, acepta que el problema de “La Cali” se sale del manejo de las autoridades, pese al trabajo conjunto que se lleva a cabo en esta zona de la capital.
“El problema de La Cali es real. Múltiples imágenes de video, informes policiales y de vecinos... La concentración masiva de personas está generando una cantidad importante de individuos alcoholizados, riñas, venta de drogas... Y lo hemos estado atendiendo”, aseguró Marcelo Solano.