En algún momento de la entrevista, Melvin Jiménez dejó ir un “Luis”, a secas y sin protocolo. Antes, y después, se refirió a Luis Guillermo Solís como el presidente.
Aquel detalle es tan detalle que quien solo se dio cuenta al escuchar la grabación; no sorprende: Jiménez es una de las figuras más cercanas al mandatario: ayer, profesor en el colegio; hoy, su ministro de la Presidencia.
Melvin Jiménez está en un puesto estratégico del gobierno de Solís; si esto fuera fútbol, él sería el “10”.
Sin embargo, se resiste a ser calificado como el escudero o la mano derecha del presidente; no el único.
“El presidente me dijo que si quería descansar estaba un puesto; que si quería hacer algo social, estaba otro; que si quería sacrificarme, lo acompañara en el Ministerio de la Presidencia”. Ahí está.
Aunque se sabe es parte del círculo de mayor confianza del presidente Luis Guillermo Solís, el primer gobernante del Partido Acción Ciudadana (PAC), tras proporcionarle la mayor paliza electoral de su historia.
La cercanía con Solís hacer que también entienda que haya alguna parte de la dirigencia política –enfatiza “una parte”– que lo ataque: lo asume como parte de la realidad en la que ahora camina.
Lo toma como parte del juego político y por eso no se lleva resentimientos cuando se va de su oficina. “Nada personal, es política”, dice Jiménez, en cita adecuada y parafraseada de El Padrino, de Mario Puzo.
Entiende que algunos de esos sectores no reconocerán, como parte de ese muñequeo, “los pasos importantes que estamos dando”.
Vuelve a insistir y enfatizar en que solo se trata de una parte de la dirigencia política. “Lo que pasa es que los que más salen, son los que más dan; pero no hay resentimientos”.
En la mira
La verdad sea dicha: en un año en el que las lluvias fueron deficitarias, al ministro Jiménez “le llovió duro”.
Se le reprochó no tender puentes con la Asamblea Legislativa; se le recriminó su lejanía con los medios de prensa; se le desaprobó por anunciar despidos que no fueron en Citi; se le acusó de contravenir la Constitución por haber sido obispo luterano y ahora funcionario civil (pero la Sala IV ya le dio su bendición).
Esa condición de sacerdote fue uno de los flancos más abiertos durante estos meses de gestión.
Que si era o no era del estado seglar; que si tenía dispensa; que si ya había dejado de ser sacerdote; que porque no lo dijo antes; que si se lo guardó...
---¿Usted ha mentido?
---Una vez, pasó con mi mamá...
---Me refiero a este año.
---No. Yo he sido muy transparente”.
Tampoco fue que dijo una versión de la verdad. “Lo que no me preguntan, no lo respondo”
Por su parte, el yerro cometido con Citi (que no percibió tan serio, según se asesoró) le dejó “callo”: dice se dio cuenta de que cualquier cosa puede ser usada en su contra.
“No hubo daño a la economía, nadie salió corriendo a sacar el dinero del banco. Un error que no era tan grave, lo convirtieron en grava aquellos que no me quisieran ver cerca del presidente Eso sí me quedó más graficado”.
Es que no es lo mismo apacentar ovejas que lidiar con jaurías políticas (la figura es responsabilidad de quien escribe).
“Bueno, he estado en otras situaciones complejas”, recordando de que anduvo en trillos de, lo que llama, “la política ciudadana”, con una diversidad de sectores sociales.
Una cosa que entendió: los ritmos de la política tica son diferentes a los que él estaba habituado. “Uno va aprendiendo”.
De cerca
La entrevista fue el pasado 7 de noviembre, en el despacho que tiene en la casa de Zapote.
Al día siguiente, el primer gobierno del PAC cumplía seis meses y a la semana siguiente concluiría la segunda huelga grande que enfrentó la administración Solís.
Se le veía sereno y al final se le vio distendido. Era un viernes y esperaba irse temprano, no las 9 o 9:30 de la noche, como dice que se va todos los días, tras entrar a las 6:30 a. m.
Apunta que la agenda no le alcanza porque se reúne con una serie de dirigentes de sectores que antes no tenían el acceso a los pasillos de la casa de gobierno.
Siente que por ahí puede andar ese sentimiento, con tono de reclamo, de descuido a Cuesta de Moras y la lejanía con los medios. No cree que sea así: es que tiene que repartir más la agenda.
Insiste: el tiempo no le alcanza, ya no está tan cerca de sus dos nietos y le duele no pasar más tiempo con su madre, quien tiene 94 años.
Sin embargo, no se piensa marchar: ni por la cabeza le pasa. Lo que sí le pasa es quién tiene el poder de darle un hasta aquí: el presidente Solís.
“Él tiene mi renuncia en sus manos y no se va a dañar nuestra amistad. Se lo dije cuando pasó de Citi.
“Nuestra decisión de irnos está en las manos del presidente. Mientras él no me diga que me tenga que ir, ahí estaré a la par de él”.
El nativo de Paso Ancho, hijo de un ebanista y de una ama de casa, hermano de seis, espera estar presente en el traspaso de poderes el 8 de mayo del 2014, en el lugar que “lo requiera Luis Guillermo”... Así sin apellidos y cargo.