Hace dos años, la presidenta Laura Chinchilla iba despidiéndose del poder y ofreció ayuda a su sucesor, sin saber quién sería, para encarar el desafiante hueco fiscal en Costa Rica.
Era 1 4 de setiembre del 2013 , había 13 candidatos, y era ínfima la posibilidad de que resultara elegido Luis Guillermo Solís, pero los planetas se le alinearon y así ocurrió en abril del 2014.
Mañana, lunes, 500 días después de la última vez que se vieron, Chinchilla y Solís se encontrarán de nuevo. El tema es el mismo que preocupaba a la mandataria, pero en mayor intensidad: el déficit fiscal.
Solís, que en la campaña había prometido no impulsar nuevos impuestos para equilibrar las finanzas del Estado, está tan preocupado como su antecesora: tanto o más.
Ahora casi no hay discurso o reunión en el que no toque el problema de la falta de recursos y la necesidad de más impuestos. Ya buscó a otros expresidentes, y mañana, a las 10 a. m., será el turno en casa de la exmandataria, dedicada a tareas académicas en México y Estados Unidos, sin descuidar su Partido Liberación Nacional (PLN).
¿Tarde? Sí, dice ella, que recuerda cuántas veces señaló el apremio fiscal. ¿Útil? Sí, porque el problema sigue pendiente de una respuesta y cada día que pasa es un poco más grave. El déficit amenaza con llegar a un monto equivalente al 6% del producto interno bruto (PIB).
Lo señala ella en una entrevista corta que concedió este jueves, por teléfono, con la condición de no hablar más que de la reunión con Solís y de su tema de fondo. Rechazó incluso dar una opinión sobre el gobierno de Solís, aunque entre líneas deja ver que no la satisface.
“No me parece correcto emitir algunos criterios. Ya vendrá el momento en que yo pueda hacerlo con un balance más amplio. No creo correcto hacerlo en la antesala de esta reunión”, contestó.
Sí tiene, sin embargo, algunos señalamientos concretos en el manejo fiscal. Por ejemplo, siente que el gobierno de Solís ha perdido mucho tiempo y que ha dado malas señales en el manejo del gasto público.
“Me sorprende que solamente ahora se nos tome criterio. Lamento el tiempo que se ha perdido, pese a a nuestras reiteraciones”. Lo dijo hacia el final de la conversación, casi como quien dice “por cierto”.
Así habla ella, desde su mirada de expresidenta, de haber afrontado apuros fiscales y de haber impulsado una reforma tributaria que se derrumbó en la Sala Constitucional. Por esto, se permite concluir que las gestiones de Solís son tardías, pero que más vale tarde que nunca.
Testimonio. “Lo tengo claro. Si alguien puede hablar de lecciones aprendidas sobre cómo afrontar una reforma fiscal y las negociaciones necesarias para impulsar una reforma, soy yo. No recuerdo que haya un gobierno que se metiera con tanta intensidad en esta problemática y con tanto involucramiento desde el nivel presidencial”.
Ello es cierto. Chinchilla se metió de lleno en negociaciones y reuniones directas, como la que el 7 de setiembre del 2011 tuvo con Ottón Solís, entonces líder discutible del Partido Acción Ciudadana (PAC) y actual diputado.
Solís fue, en esa época, un brazo de apoyo para Chinchilla, pero el PAC no tanto. De hecho, el presidente de la Asamblea Legislativa era Juan Carlos Mendoza (actual embajador ante las Naciones Unidas, en Nueva York), quien respaldó las objeciones que finalmente dieron al traste con la reforma fiscal en la Sala IV.
“Esa esa una gran diferencia. Don Luis Guillermo cuenta con un Directorio legislativo opositor muy diferente al que yo tuve. Este Directorio tiene un gran sentido patriótico y deseo de ayudar”, dijo sobre el grupo de diputados con quienes se reunió este miércoles en su casa, en Santa Ana.
La expresidenta llega preparada a la cita con Solís. Cita cifras, precisa fechas y prepara apuntes. Por ejemplo, tiene, entre sus notas, críticas al gasto público.
“Este gobierno entró dando señales incorrectas en contención del gasto: un fuerte incremento presupuestario en el 2015, en el presupuesto para las universidades y en el salario de empleados públicos en el primer año. Nosotros actuamos distinto y, por eso, enfrentamos muchas manifestaciones en el primer año”.
Claro, tampoco olvida las protestas de calle, las más abundantes para un gobierno, según mediciones de Estado de la Nación.
Ahora ve que el esfuerzo por el equilibrio fiscal será “titánico”. “Por un lado tenemos gente que no quiere pagar impuestos, y otros que no quieren ceder en sus privilegios con cargo al presupuesto. En medio está la mayoría de costarricenses que, con toda razón, pide condiciones para una reforma tributaria. Es un proceso muy difícil, pero Costa Rica está obligada a hacerlo”, expresa.
En la Asamblea Legislativa esperan dos expedientes para elevar la recaudación del impuesto de renta y de ventas, los cuales podrían aportar el equivalente al 2,75% del producto interno bruto (PIB), espera Hacienda.
Sin embargo, la oposición política pone condiciones: exige un mayor recorte en el gasto público, en especial en las remuneraciones. Chinchilla, para los efectos, es parte de esa posición.
Su parte. “Hicimos esfuerzos de contención del gasto como nunca antes. Mientras el crecimiento de remuneraciones del 2008-2010 fue casi de 20%, con nosotros no superó el 5%. También metimos fuerte contención en transferencias corrientes y en remuneraciones en la Caja del Seguro Social”.
No hubo en su gestión, sin embargo, intentos por modificar las leyes de empleo público. “No, porque teníamos abierta la negociación de la reforma tributaria. Echamos mano de los recursos administrativos. Esta es la diferencia con el actual gobierno. Ahora, lo que proceden son reformas legales para meter el bisturí a la ley con los gastos con cargo al Presupuesto”, sostiene.
Será parte de lo que le diga mañana a Solís, quien llegará acompañado de su ministro de la Presidencia, Sergio Alfaro, y del interino de Hacienda, José Francisco Pacheco, pues el titular, Helio Fallas, sigue incapacitado. Con Chinchilla estarán su vicepresidente Luis Liberman y su ministro de Hacienda, Édgar Ayales.
Chinchilla dice llegar con buena voluntad, con el buen ánimo de cumplir su deber de expresidenta. Por eso, conviene incluso dejar atrás críticas mutuas. Ella ha dejado ver la falta del “cambio” prometido por Solís; este ha mencionado la cuestionada “trocha fronteriza” y ha señalado casos de supuesta corrupción que luego no se demostraron.
“Yo no he procedido a atacar a a esta Administración. Lo único que he tenido que hacer es responder a ataques recibidos. Ha sido muy duro recibir acusaciones sin fundamento de este gobierno. Cuando esas críticas se profieren sin puntualizar ni fundamentar, hacen muchísimo daño a la honra de muchos individuos. Pese a ello, yo entiendo esta reunión como un deber cívico a la que me obliga la investidura de expresidenta. Se entiende que los intereses de Costa Rica están por encima de nosotros. Por eso, estoy dispuesta a ayudar”.
Nadie puede garantizar que esta reunión funcione. Nadie puede asegurar que los diputados del PLN atiendan los consejos de Chinchilla; la casa verdiblanca tampoco es un templo de concordia política, y una discusión tributaria activa sensibilidades de sectores muy diversos.
Por eso Chinchilla insiste: “La tarea es titánica”, y quizás por esto también siente que más bien es tarde. “Lo que no veo posible es avanzar en una reforma sin que vaya de la mano de leyes que metan el diente al control del gasto. Las dos cosas van en paralelo, asumiendo costos, que los hay. El capital político es para gastarlo”. Ella también supo lo que es gastar ese capital político.