Cali, Colombia.- La tormenta política que agobia en Costa Rica a la presidenta de la República, Laura Chinchilla, no llegó a esta ciudad colombiana, lo que le dio una bocanada de oxígeno y una pausa entre las preguntas incómodas en torno a su gestión.
Si bien ahora extrema sus cuidados para evitar más facturas políticas, sus colaboradores también tratan de evitar al máximo situaciones de exposición.
“La presidenta no va a responder preguntas”, dijo un funcionario costarricense de protocolo el miércoles, a la llegada de Chinchilla al Club Campestre del hotel Radisson, aquí, en el departamento de Valle del Cauca, donde llegó a la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico.
La jefa de Estado vino para impulsar el ingreso del país en ese bloque comercial, conformado por México, Colombia, Perú y Chile, objetivo que logró preliminarmente de la mano de su ministra de Comercio, Anabel González, y del canciller, Enrique Castillo.
Para formalizar el vínculo, ahora el Congreso debe ratificar el TLC con Colombia y el Acuerdo Marco de la Alianza, además de pasar por el formalismo de revisión de estos requisitos, trabajo que principiará en junio, según González.
Algunos periodistas, al verla entrar al salón de conferencias del Club Campestre la tarde del miércoles, se preguntaron si ella era la presidenta que se había montado en el avión que prestó el polémico empresario colombiano Gabriel Morales Fallón, pero no pasó de un comentario pasajero. La atención estaba centrada los objetivos de la cumbre de la Alianza del Pacífico.
Por otro lado, el recibimiento del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, dio –de entrada– un mensaje de tranquilidad para una presidenta a quien las encuestas le dan la espalda, con su popularidad en caída libre.
“Presidenta, sea muy bienvenida, como siempre, está en su casa. Usted sabe que siempre puede sentirse en a casa cuando pisa tierra colombiana. Aquí la queremos, la apreciamos y la admiramos”, dijo Santos, en mangas de camisa y sin mayores formalismos.
En sus dos días en Cali, Chinchilla se sintió a sus anchas, sin preguntas o interpelaciones atropelladas, sin reclamos en la mirada de los periodistas a su alrededor.
Relajada. No había razones para estar tensa. Aquí estaba el abrazo y la sonrisa de sus colegas presidentes que aplauden sus decisiones y apoyan sus propuestas. Tal es el caso del beneplácito que le dieron los gobernantes de México, Enrique Peña Nieto; Sebastián Piñera, de Chile; Ollanta Humala, de Perú, y Santos, para que Costa Rica ingrese en la Alianza del Pacífico.
No había trocha ni avión prestado ni diputados cuestionados; tampoco “platina” ni la voz del presidente de su propio partido, Bernal Jiménez, reclamándole y tomando distancia por sus decisiones.
Tanto así que fue la propia presidenta quien se adelantó a las preguntas que este diario le iba a hacer sobre las últimas noticias del caso del avión prestado por el colombiano Morales Fallón, que le costaron el puesto a su ministro de Comunicación, Francisco Chacón; su asistente personal, Irene Pacheco, y el “zar” antidrogas y encargado de su seguridad, Mauricio Boraschi.
El jueves, el fiscal general, Jorge Chavarría, amenazó con castigar a quien filtre información sobre las pesquisas que se realizan contra los implicados en el préstamo del avión N93 CW con el que voló a Caracas en marzo, para el funeral del presidente venezolano Hugo Chávez y que le volvieron a prestar entre el 11 y el 13 de mayo para trasladarse a la ciudad de Lima, Perú, para asistir a la boda del hijo del vicepresidente Luis Liberman y a una reunión con el presidente Humala.
Sin enojos, y contestando de forma reposada, Chinchilla dio el jueves a La Nación su apreciación sobre las medidas del fiscal, relajada y amena.