Desde que sale del agua hasta que hace el nido, una tortuga baula ( Dermochelys coriacea ) demora unos 30 minutos. Solo desovando tarda 10 minutos más.
Ese es el tiempo con que cuentan los biólogos y voluntarios para buscar las marcas o colocarle una para así llevar un registro de la tortuga, tomar medidas y otros datos que sirvan a la investigación, contar huevos y marcar el nido en la playa.
Además, durante ese tiempo, el biólogo a cargo debe decidir si deja el nido en la playa o si este se reubica en un vivero.
“En playa Grande, solo el 5% de los nidos necesitan reubicación”, explicó Pilar Santidrián, directora de investigación de la organización The Leatherback Trust (LBT).
Las razones para reubicar un nido son que este se ubique en una zona donde exista riesgo de inundación o haya peligro de saqueo.
Aunque los huevos pueden estar un promedio de cinco horas fuera del nido, los investigadores suelen hacer el traslado en aproximadamente una hora como medida de prevención.
“Después de seis horas, se empieza a desarrollar el embrión y los huevos de tortuga son bastante primitivos. No tienen la membrana que sí tienen los huevos de pájaro, entonces el embrión se empieza a desarrollar en el polo norte del huevo y si usted mueve la localización de ese huevo unos 10 o 15 grados, se desprende el embrión, sangra y se muere”, explicó Randall Arauz, biólogo y presidente del Programa de Restauración de Tortugas Marinas ( Pretoma ).
Al ser tan delicados, el traslado de los huevos debe hacerse con cuidado. Además, se deben utilizar guantes y depositarlos en recipientes ausentes de químicos para así evitar cualquier tipo de contaminación.
Tanto Arauz como Santidrián coinciden en que la manipulación que recibe el huevo puede incidir en el éxito de eclosión o nacimiento de las tortuguitas (neonatos).
Por esa razón, y según explicó Arauz, los proyectos de conservación de tortugas marinas no aceptan huevos de personas particulares porque no existe certeza sobre la manipulación que les dieron.
Aun en los peores años del saqueo ocurrido en las playas guanacastecas donde actualmente trabajan, los biólogos aseguraron no haber pagado a hueveros para que dejaran de saquear, ni comprarles huevos.
La razón es la misma: el criterio técnico detrás de la manipulación de huevos y los valores éticos que rigen los proyectos de conservación de tortugas marinas.
“Nunca he oído que eso (pagarles a los saqueadores de nidos) se haga en Costa Rica”, dijo Santidrián.