Entró al gobierno por la "puerta grande" y sobre sus espaldas pesan ahora dos posibilidades: la amenaza de salir aplastado por el peso de la Ley o la posibilidad de seguir mirando con la frente en alto.
Tras la figura de Mario Soto Baltodano, director suspendido de la Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS), se podría develar uno de los mayores escándalos políticos de la historia costarricense.
Muchas veces se ha hablado de posible espionaje telefónico, de grabación ilegal de llamadas y de supuesta extorsión. Sin embargo, en este momento, se debate la posibilidad de definir, de una vez por todas, si ese tipo de situaciones anómales es real o simplemente pura especulación.
Hoy resulta que, tras esculcar en los detalles surgidos después del allanamiento de la empresa Astur Seguridad S.A., aparentemente hay nexos establecidos con anterioridad entre las actividades de la firma y el propio Mario Soto. De investigar esa posible relación se encargarán, por un lado, la Procuraduría General de la República (en el campo administrativo) y el Ministerio Público (ámbito judicial).
¿Y sobre quién pesan las vinculaciones? Soto es un abogado, graduado en la Universidad de Costa Rica, oriundo de Liberia, Guanacaste, pero que estudió en el Colegio Saint Francis y reside actualmente junto con sus padres en Moravia.
Cuando inició la administración Figueres Olsen, se le nombró como máximo jerarca de la Inteligencia Nacional, una entidad policial que depende directamente del Presidente de la República. El ligamen con José María Figueres nace cuando Soto actúa como su abogado, apoyando a Juan Diego Castro en la causa contra los hermanos David y José Manuel Romero Mora, por el sonado "Caso Chemise".
Posteriormente, en la campaña electoral, Soto integró el llamado grupo de "Respuesta Inmediata", encargado de velar por la seguridad del entonces candidato liberacionista, junto con personajes del actual gabinete, como Bernardo Arce, ministro de Obras Públicas, y Roberto Hidalgo, asesor personal de Figueres.
Inclusive, fuentes de Casa Presidencial, consultadas por La Nación, sostienen que Soto llegó tan alto en este gobierno gracias a la intermediación de Bernardo Arce.
Ahora, aquella figura escurridiza que comandaba la inteligencia del país enfrenta quizá su hora más dura pues está en medio de dos extensas e intensas investigaciones. Por el momento, atrás quedaron los teléfonos celulares, los veloces autos con vidrios polarizados y los frecuentes viajes en helicóptero y avioneta a que estaba acostumbrado en razón de su cargo. Mario Soto es hoy la punta de lanza de un verdadero dilema de gobierno.