Erling Sevilla puso a su hijo Justin, de 14 meses, en los brazos de Otto Guevara. El candidato besó al bebé y posó para las cámaras, mientras decenas de seguidores lo vitoreaban y ondeaban enormes banderas de rojo y blanco.
La escena parece un anuncio televisivo, pero sucedió ayer a las 9 a. m. en las afueras del Liceo Julio Fonseca, en La Uruca, San José, minutos después de que el candidato del Movimiento Libertario emitiera su voto.
Hasta las guías del partido evangélico Renovación Costarricense manifestaban emoción por “los encantos” de Guevara, y le pedían fotos.
Las oraciones también fueron protagonistas recurrentes en el cronograma del aspirante presidencial, así como el chifrijo que almorzó en el restaurante La Casa de doña Lela, mismo platillo que prometió defender contra los impuestos en el último debate.
No obstante, para el candidato sí hubo una diferencia entre esta campaña y las otras; desde las 6 a. m., cuando inició su jornada con un desayuno y una plegaria, manifestó que se sentía más tranquilo que en las veces anteriores, porque sabía que iba a ganar los comicios, o al menos que iba a entrar a la segunda ronda electoral.
“Hemos visto un gran apoyo, mucho más que en las campañas pasadas, tenemos confianza”, dijo.
Durante todo el día, sus hijos: Sebastián, Felipe y Mariana; su hermano Peter, y su madre, Mariechen Guth, lo acompañaron en cada paso: en la catedral metropolitana, el recorrido por las escuelas...
Guevara inició el domingo con cara de agotado y ojos tristes, y a medida que fueron pasando las horas se fue revitalizando, alimentado con los informes que le daba su equipo de que iba al frente de la contienda electoral.