Gilda Montero tiene 25 años de trabajar en la docencia. Ella labora, actualmente, en la escuela Los Ángeles, en el cantón de de San Rafael de Heredia.
Montero percibió el cambio en la sociedad en las distintas generaciones que pasaron por sus aulas. Y, hoy, considera que la educación en Costa Rica está en plena crisis.
“No hay coherencia entre lo que hacemos o solicitamos en el aula y lo que la familia devuelve. Los padres legalizan la malacrianza de sus hijos. Costa Rica cuenta con muchas leyes de protección al menor, lo cual está muy bien , pero hay muchas familias que extreman el recuso legal y justifican malos comportamientos”, dijo la docente.
La maestra considera que los padres ponen mucha expectativa en sus hijos; no obstante, si un alumno no logra lo que ellos quieren, le echan la culpa al educador. Esto incluye las malas notas, las boletas por mal comportamiento, entre otros.
“Si el niño saca una mala nota, es culpa del docente, no de la familia y el niño, Una vez, una madre que administraba la soda de la escuela, se metió a mi aula, mientras yo aplicaba una prueba, exigiendo que, como había bulla de tambores, debía suspenderse la evaluación. Pedía silencio absoluto para que su hijo hiciera el examen. Ella estaba enojada por las malas notas de su hijo. Al final, el Comité de Evaluación me exigió hacer nuevamente el examen”, manifestó Montero.
La docente cree que la sociedad olvidó que el fin de la educación es que los docentes propicien una enseñanza en la que el ser humano sea consciente de sus deberes y derechos. Sin embargo, por su experiencia, cree que solo se le da importancia a los derechos de los alumnos.
“Los padres ni siquiera quieren que a sus hijos se les llame la atención”, finalizó la maestra.
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