A buena parte del país, aquella huelga se le hizo eterna. Por lo mismo, cuesta imaginar lo que fueron esos 21 días de paro del gremio de educadores para la ministra de Educación, Sonia Marta Mora Escalante, quien tuvo un ingrato “bautizo”, en su primer ingreso a una cartera de gobierno.
Sin embargo, la templanza de su carácter y los varios lustros recorridos desde pequeña en el mundo de las aulas y la educación le evitaron un colapso, aunque para nada banaliza el calibre de problema-país con el que tuvo que lidiar, junto al también novel gobierno entrante del PAC.
“Nunca tuve intención de tirar la toalla, sabía lo que estaba haciendo y que tenía fuerzas suficientes para ponerle fin a una huelga, que duró 21 días de clases y que anunció su fin a las 11:30 p. m. del 2 de junio de este año”, rememora esta educadora que salió gananciosa de aquel trance, pues demostró de qué madera está hecha al lograr el adecuado arbitraje.
Sonia Marta Mora creció en las aulas. Ahí aprendió a defender sus ideales y a cuestionar lo que escucha y lee. Su vida ha sido enseñar, por lo que asumir el cargo de ministra, en mayo pasado, no fue casualidad, sino una tarea que implicaba nervios de acero.
Vigilada por el foco de la opinión pública, los maestros la recibieron en las calles con una huelga, que exigía el pago completo de sus salarios.
Cada día de protesta, eran 24 horas más de ansiedad y desgaste, sin que eso le restara la seguridad de que había tomado la decisión correcta, al llevar las riendas de un ministerio intenso en retos y cambios.
“Fue un mes de mucha tensión, pero nunca sentí miedo. Soy una persona de compromisos y si asumo el reto, lo llevo hasta el final”, afirmó la ministra, quien de niña prefería los libros y una bicicleta, antes que las muñecas.
Sus padres, Ernesto Mora y Anny Escalante, y su abuela Eduviges Wiepking, la educaron para romper con el machismo de la década de los setenta. Fue así como estuvo dispuesta a ocupar puestos que, históricamente, estaban reservados para hombres.
Empezó como presidenta del gobierno estudiantil del Colegio Saint Claire, y siguió su escalón profesional como miembro del Consejo Universitario, vicerrectora y rectora de la Universidad Nacional, en Heredia.
Pese a que sabe lo que implica negociar en una mesa de disertación, Mora reconoce que entrar al Ministerio de Educación implicó un cambio en su jornada diaria, madrugadas de diálogo con los sindicalistas y ser motivo de comentarios en las redes sociales.
En esa transición hacia el MEP, su esposo, Hernán Mora, y sus hijas Gabriela, Natalia y Tatiana, formaron un equipo de trabajo, en el que cada uno fue una pieza fundamental.
“En mi hogar, cualquier logro es un trabajo colectivo. Durante la huelga, el apoyo fue inmenso. Mi esposo y mi hija Gabriela me hacían un análisis de todo lo que se decía en los medios de comunicación. Mis otras dos hijas viven fuera de Costa Rica y tuve un respaldo incondicional de ellas”, dijo Sonia Marta Mora, para quien el celular es un puente entre San José, Barcelona y Texas.
Para ella, conciliar el tiempo entre trabajo y hogar es fundamental. Por eso, cocinar en familia, caminar a la orilla del mar, tejer y compartir anécdotas resultan la “terapia perfecta” para salirse de la rutina.
DESDE ABAJO
En el sexto piso del edificio Rofas, en San José, su escritorio está cargado de papeles y cifras que evidencian que, pese al avance en Educación que lleva el país, hay rezagos en infraestructura, formación docente, rendimiento académico y en la calidad de enseñanza que reciben los estudiante de las zonas más pobres del país.
“Llegué para ser una ministra que escuche a los profesores y que aplique cambios a partir de necesidades reales (...). No basta con poner la palabra ética en un programa: es tomar expedientes, descuidados por año, retomarlos y actuar. Es generar respeto por los sindicatos y promover el diálogo”, dijo.
Esa cercanía la reconocen los sindicalistas, quienes le reservaron, este año, un espacio en la mesa de sus asambleas nacionales, luego afirmar que llevaban cuatro años con las puertas del MEP cerradas.
Reuniones, actividades y más reuniones consumen la jornada diaria, sin que su esposo y sus tres hijas dejen de ser su prioridad.
“Durante la huelga, hubo una dinámica de análisis para alimentarnos en conjunto. Nunca dudamos de su capacidad y jamás la vi caída. Los retos le dan una energía enorme”, comentó su marido Hernán Mora, ingeniero agrónomo y enamorado de las letras y la poesía: punto de encuentro para un matrimonio que lleva 39 años.
Ambos cursaron, por tres años, un doctorado en París, Francia, con sus hijas mayores Natalia y Tatiana, y con el sonido de la máquina de escribir, que empezaba a trabajar desde las 4 a. m.
“Estudiamos en Francia, gracias a las oportunidades que da este país. Sonia cree en una libertad que engrandece a toda la familia. Es una mujer esforzada y apasionada por lo que hace”, agregó Hernán Mora.
Para sus tres hijas, la madre filóloga y ministra es un ejemplo de cómo la excelencia se vincula con la humildad.
“Su espíritu negociador y el positivismo con el que asume los retos le auguraba el éxito en la huelga. (...) Recuerdo cuando me ayudaba para las tareas del colegio, y me enseñó a que un texto es mucho más que un puño de palabras en el papel. Mi mamá nos educó con el ejemplo, es una voraz lectora y un ser humano excepcional”, dijo Tatiana Mora, su hija mayor y economista, con 11 años de vivir en España.
La biblioteca de la ministra marca un gusto especial por las páginas latinoamericanas de Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Sergio Ramírez y por canciones escritas por costarricenses.
De hecho, en el 2015, pondrá en marcha el “Programa de impulso al arte y al artista costarricense”.
“Quiero llevar a las aulas a músicos, cineastas, actrices, pintores, escritores para que conversen con los jóvenes ”, manifestó la jerarca.
Su hija menor, Gabriela Mora, es abogada, y asegura que las ideas de su mamá son el fruto de una mente progresista y consciente de sus raíces.
“Es una mujer inteligente, humilde y preocupada por la educación como herramienta de cambio. Si visita las aulas es para escuchar y hacer mejoras y no para que la vean. Crecí en una familia forjada en el esfuerzo, la honestidad y la responsabilidad (...) Aunque pasamos menos tiempo con ella, siempre hay espacio para compartir una buena conversación”, expresó.
La indiferencia y el desgano son, para Sonia Marta Mora, los factores suficientes para que cualquier educador o estudiante fracase.
“Cuando era rectora, un estudiante de Biología me pidió una foto con su familia, el día de su graduación. Él era el único que había podido ir a la universidad y el único de su hogar que llevaba zapatos. Ese día mi di cuenta de cómo la universidad abre horizontes, cambia vidas y nos enseña que si usted quiere, puede”, añadió la ministra.
Su hija Natalia vive en Texas, Estados Unidos, desde junio de este año, es psicóloga y concuerda en que “mamina”– como la llama— tiene un alma de educadora que enseña a amar lo que se hace y a tomar decisiones con libertad y responsabilidad.
“Ella y mi papá hicieron el equipo perfecto. Ella tiene una personalidad muy fuerte y cuando no le gusta algo, manda mensajes muy sutiles. Además, es la persona más trabajadora y diplomática que conozco”, afirmó.
Sonia Marta Mora Escalante creció en las aulas. En sus lecciones aprendió a cuestionar, a no temerle al cambio, a ilusionarse, a luchar contra el machismo, a confrontar con ideas, a ponerse en los zapatos de los demás y a estar segura de que la vida solo vale la pena si está cargada de retos.