Víctor Mora, un feligrés de San Sebastián, San José, llevó al Estadio Nacional a su hijo de 6 años, para que escuchara y conociera las enseñanzas de Juan Pablo II.
Cuando el pequeño Víctor Manuel Mora nació, Juan Pablo II ya había muerto, pero el pequeño ya ha escuchado acerca de la vida de este hombre polaco, que abrió las puertas de la Iglesia a todos los credos.
“Por eso estamos aquí, para que mi hijo vaya tomando conciencia de quién fue Juan Pablo II y para que vaya creciendo en espíritu y religión”, expresó el padre.
La imagen se repitió por toda la gradería: familias completas congregadas para congratularse por la beatificación del único Papa que ha visitado Costa Rica.
En la gradería oeste, Olivier Arce rezaba el Santo rosario al lado de su esposa, Dinorah Vargas.
Él sí recuerda la visita de Juan Pablo II pues fue de los primeros en verlo en las afueras del aeropuerto Juan Santamaría.
“En ese entonces vivía en El Cacique de Alajuela, me quedaba muy cerca y lo vi pasar en el papamóvil... la gente le aplaudía y le gritaba”, rememora este hombre de 48 años.
Aunque no recuerda si ese día tuvo libre, no descarta que haya faltado a sus clases en el Instituto Nacional de Aprendizaje pues “había que ver al Papa”.
Veintiocho años después, sentado en las butacas plásticas del Estadio Nacional, Olivier Arce resalta la figura del hombre recto, con carisma, que unió a las iglesias del mundo sin distingo de credos.
“Ahora siento una alegría muy grande, porque hasta hoy se bendice el Estadio Nacional. Se hicieron partidos y conciertos, pero como dice el padre, hasta hoy se bendice el Estadio”, insistió Arce.
Para este devoto católico, la posibilidad de que Juan Pablo II sea santo en pocos años no es remota. “Ahorita aparece el milagro que le hace falta”, dijo.
Tras la beatificación, a Juan Pablo II le hace falta un escalón más para ser declarado santo.
La Congregación para las Causas de los Santos, en el Vaticano, debe encontrar una nueva sanación milagrosa, que sea inmediata, completa y duradera.