El viejo truco de lanzar una tiza, disparar una pregunta repentina e incómoda o, incluso, arrebatarlo y decomisarlo por horas, no son tácticas eficaces para frenar el uso del celular en las aulas.
Todo indica que no queda más que darle luz verde al intruso tecnológico y, por fin, dejarlo ser.
Si el enemigo es más fuerte que yo, me le junto, coincidieron decenas de profesores durante el recorrido por centros educativos realizado por La Nación la semana pasada.
Sin embargo, el reglamento interno de la mayoría de los centros de educación prohíbe el uso del celular durante las lecciones. Es una norma en papel, sí, pero no hay quién logre hacerla cumplir.
Para Mario Fung, orientador nacional del Ministerio de Educación Pública (MEP), controlar esa situación es improbable, y descartó la eficacia de prohibir los celulares. Por tal razón, dijo ser partidario de permitir al alumno el uso del celular como incentivo cuando acaba sus asignaciones diarias. Y, si le sirve de herramienta de estudio, mejor todavía.
De hecho, estos aparatos podrían convertirse en material didáctico. Así lo considera Lourdes Juárez, docente del Liceo Luis Dobles Segreda, en La Sabana, San José, aunque admite que se “mete en enredillos” por dejarlos experimentar.
El nuevo fenómeno no discrimina: está presente, casi por igual, en aulas de centros privados y públicos, urbanos, rurales e, incluso, de educación especial.
Pero no todos los colegios adoptaron intencionalmente la postura “moderna”: un gran porcentaje (sobre todo los de zonas marginales) ya no los decomisan por temor a que se los roben mientras los tienen bajo custodia.
Además, pocos consideran válida la excusa de los padres de comprar un celular a sus hijos por si tienen una emergencia. Según Fung, lejos de ser útil, ese pretexto condiciona a los menores para que entonces solo los llamen.
Planes especiales. Las empresas telefónicas, sin embargo, sacan provecho de la nueva necesidad o moda juvenil.
Es el caso de Claro y Movistar, que ofrecen planes de celular especiales, asequibles para colegiales.
Incluso, en liceos como Rincón Grande de Pavas y el Nuevo de Hatillo, los “carritos” de las telefónicas se parquean frente al portón, a la salida de clases, para vender líneas prepago. Y se forman filas.
“Para mí, eso es una presión terrible; los están induciendo a tener y tener. Al MEP le cuesta mucho luchar contra eso”, dijo Fung.
Incluso, algunos docentes señalaron que, desde la apertura celular (hace un año), atestiguan pleitos porque un estudiante presta su cédula para que otro compre línea, y ese último queda endeudado.
Los usos. Los mensajes de texto y, con alguna frecuencia, los “forros” para exámenes son algunos de los usos inadecuados de los celulares por parte de los estudiantes.
No obstante, son más peligrosas las deliberadas simulaciones de escenas sexuales y pleitos de alumnos para fotografiarlos con el celular y subirlas a las redes sociales.
Para Fung, el móvil es un arma de doble filo, pues también sirve para probar abusos de autoridad o mofas de docentes, y se convierte en una medida de presión, razón suficiente para autorregularse.
Rocío Solís, directora de la Contraloría de Derechos Estudiantiles del MEP, explicó que casos como estos son muy frecuentes, y pocos saben que pueden denunciarlos.
De hecho, hasta el momento no se han registrado casos de alumnos sancionados por publicar fotos de compañeros o profesores sin contar con su consentimiento.
Tampoco hay cifras precisas de de denuncias de robos.