Como si fuera un salvavidas, decenas de josefinos se aferraron a sus celulares para obtener alguna noticia de sus hijos, esposos, padres, amigos y conocidos.
Media hora después del terremoto, la mayoría de empleados de comercios, bancos y oficinas estatales permanecieron en las afueras de los edificios con una sola misión: obtener noticias de sus seres queridos, saber dónde ocurrió el movimiento y qué se debía hacer.
“Se movió mucho, se movió mucho. Empecé a llamar a mi familia, ya logré hablar con ellos, todos están bien”, expresó Shirley Mendoza, con tono de alivio.
Esta empleada de Citibank permaneció en el bulevar frente a Correos de Costa Rica, con decenas de empleados quienes aguardaron, juntos, las noticias sobre posibles daños en los edificios.
Y es que el temblor de 7,6 grados Mw (magnitud momento) causó leves daños en las estructuras de algunos edificios josefinos.
Ventanales rotos, fisuras en paredes y desprendimientos fueron parte de los reportes.
Un edificio de oficinas, diagonal a la esquina suroeste al Parque Central, presentó desprendimiento de vidrios y capas superficiales de la pared. Dicha estructura fue desalojada y cerrada.
También presentó algunos daños el edificio Patterson, localizado 125 metros al oeste de la catedral metropolitana. Desde la calle, se observaron ventanales rotos.
En el edificio del Banco de Costa Rica, conocido como el “banco negro”, la administración cerró el paso por las aceras contiguas porque una columna fue afectada en el costado que da a la avenida segunda.
Quienes se sintieron más nerviosos fueron los empleados del Banco Nacional que estaban en el piso 18 de la entidad en el momento del temblor (el banco consta de 19 pisos).
“Estaba hablando por teléfono cuando sentí el movimiento; de inmediato todos nos reunimos en el centro del piso”, dijo Gustavo Fernández, funcionario del departamento de Auditoría del banco, quien trabaja en ese piso.
“Estábamos muy nerviosos; cuando acabó todo bajamos por la escalera de emergencia del edificio, y estamos acá afuera esperando que la brigada de emergencia nos indique que podemos volver a ingresar”, agregó.
La misma escena de grupos reunidos, esperando indicaciones, se repitió a lo largos de las aceras y espacios públicos de la capital.
A media mañana, el tránsito era escaso; pero en las aceras se mantenían el miedo y la zozobra entre decenas de josefinos. Muchos de ellos esperaban una sola señal: un “aló” al otro lado de la línea.