Para la presidenta Laura Chinchilla, primera mujer mandataria del país, darle órdenes a un hombre nunca fue un problema. De hecho, el arte de mandar lo practica y lo domina desde la infancia.
“(Para llegar a la presidencia) creo que hay que ser un poco mandona y yo me ejercí en el don de mando desde pequeñita. Especialmente, me ejercité mandando a los hombres de la casa porque, como era la mayor de cuatro y era la única mujer, realmente sentía que tenía autoridad sobre ellos”, recordó la mandataria, entre risas.
“Por eso creo que nunca he tenido ningún tipo de complejo frente a poder ordenar o tener una línea jerárquica por encima de varones”, agregó.
Según relató la presidenta, el “régimen de terror” se activaba con particular intensidad cada vez que sus papás salían de la ciudad o se iban de viaje.
No habían terminado de cruzar por la puerta sus progenitores, cuando la pequeña Laura se hacía cargo de establecer e implementar las reglas de la casa.
Y si hacía falta ir a a la pulpería a comprar algo, esto lo hacía acorde a sus propios gustos.
“El que más sufrió fue mi hermano Rafa, que es el segundo. Como los otros (Eugenio y Adrián) eran más chiquitillos se sometían más fácilmente, pero al pobre de Rafa lo traía a mecate corto”.
”Recuerdo que en algún momento a Rafa, que era especialmente fogoso, no hacía caso a las instrucciones de la muchacha que trabajaba con nosotros y hasta un escobazo le di. Cada vez que cogía una escoba temblaban los pobres. ¡Todavía me lo reclama!”, comentó Chinchilla.
Esta versión la corroboró su mamá, Emilce Miranda, quien recibía los reclamos de los varones.
“Como yo trabajaba, traté de que fueran muy independientes y de que asumieran su responsabilidad porque no podía estar ahí siempre y ellos lo sabían. Yo no me daba cuenta, pero los hermanos dicen que era muy mandona y que cuando no estábamos, ella los ponía en su lugar, rapidito. Les decía qué tenían que hacer y cómo tenían que hacerlo”, comentó Miranda.
“Aún, el esposo (José María Rico) dice que es una mandona: le gusta que las cosas se hagan rápido y que se cumpla”, agregó.
No obstante, Miranda también recuerda a su hija como una niña con una “gran madurez”.
“Siempre digo que Laura, al mes de nacida, ya la acostaba a las 6 de la tarde y dormía seguido hasta las 6 de la mañana; no daba ningún problema. Ella presentó problemas de la vista desde muy chiquita, pero mostró un temple en su carácter porque nunca se quejó de nada ni preguntaba ‘¿por qué yo?’”, rememoró Miranda.
“Con Laura, nunca tuvimos problemas ni que estar particularmente pendientes porque no era nada tortera. Era una niña muy responsable”, añadió.