Antes de presentarse a la competencia final el pasado 3 de noviembre, Esteban Esquetini, Juan José Álvarez y Juan Ignacio Pacheco se habían estudiado las tablas de posiciones y tenían identificados a los rivales que más amenazaban con dejarse las medallas.
Como ocurriría en cualquier competencia deportiva, los niños de 12 años practicaron durante meses, asistieron a eliminatorias y consiguieron reservarse un cupo en la final.
Sin embargo, no fue con tenis, raquetas o bolas que estos niños compitieron , sino armados de papel, lápices y borradores, las herramientas indispensables para cualquier joven “matleta”.
Estos son los protagonistas de la Olimpiada Matemática Costarricense para la Educación Primaria (Omcep), que este año, por vigésima ocasión, seleccionó a a los escolares más destacados del país en el ejercicio de la Matemática.
“Muchas de las preguntas sobre las Olimpiadas de Matemática se contestan, si se tiene presente que se trata de un evento deportivo. No es para enseñar Matemáticas, sino para competir y ellos van para ganar”, explicó Víctor Buján, coordinador de las Omcep.
Curiosamente, en esta ocasión, Esteban, Juan José y Juan Ignacio, todos compañeros de sexto grado del Colegio Yorkín, se adueñaron de tres de las diez medallas entregadas: las dos de oro y una de plata.
¿Cuál es la fórmula para el éxito? Una combinación de talento y actitud, según el profesor de Matemática del Colegio, Luis Armando Madrigal, quien aseguró que el segundo es el más decisivo.
“Ellos empezaron en tercero o cuarto grado y durante años fueron trabajando las ideas. Este es un proceso a largo plazo que se va madurando”, explicó Madrigal.
“En cuarto grado, cuando iba al club, no entendía nada. En quinto ya no me costó y empecé a darme cuenta de que me gustaba mucho. Ese año gané mi primera medalla”, relató Juan José, prueba de que no hace falta nacer un niño prodigio para convertirse en un “matleta” sobresaliente.
Apoyo familiar. Y, si bien los maestros son importantes, la familia es “vital”, según la experiencia de Buján, promotor de la Matemática desde hace décadas.
“A mí, desde pequeño, me llamaba la atención la Matemática porque mi hermano la practicaba y mi papá trabajaba con eso, y, entonces, me atraía”, relató Esteban.
De hecho, él y Juan Ignacio tienen hermanos mayores, medallistas en la Omcep.
“En nuestra casa, tanto yo como mi esposo estudiamos Matemática y el hermano mayor estuvo en estas competencias. Siempre le inculcamos que la Matemática es elegante, bella y exacta”, dijo Isabel Castro, madre de Juan Ignacio.
En el caso de Juan José, su ingreso a las Olimpiadas más bien acercó a la familia a la materia.
“Yo soy del prototipo de letras, no era mala en Matemáticas, pero tampoco me encantaban. Él me asombró cuando llegaba a cenar hablando de ‘Mate’ y terminamos todos involucrados”, relató Silvia Pacheco, madre de Juan José.
Sin embargo, si en algo coinciden los padres es en que el Omcep les permitió a sus hijos alejarse de la concepción de los números como fríos y teóricos, para entender que impregnan todo lo que nos rodea.
“Lo que me ha encantando de este proceso es que, en el fondo, la Matemática dejó de ser una materia de exámenes. Ya no se trata de sacar una nota, sino que es un juego, un ejercicio agradable para resolver problemas”, concluyó el padre de Juan José, Rodolfo Álvarez.