“El hospital de Puntarenas sigue siendo de diez pisos, pero ahora están ‘repartidos’; antes los teníamos en forma vertical, ahora están en forma horizontal”.
Así explica el director médico, Randall Álvarez, lo que ha sucedido en el Monseñor Sanabria desde que el terremoto de Nicoya lo dejó prácticamente inhabitable.
Por eso, cualquier espacio libre ha sido bueno para acomodar funcionarios y servicios, o bien, para instalar salas de espera o de internamiento provisionales.
Si no, que lo diga el Departamento de Recursos Humanos del Hospital, que en los primeros cinco meses desde el terremoto estuvo instalado en un andén del almacén regional de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
A pocos metros de donde fueron ubicados los escritorios y las computadoras, decenas de camiones llegaban a diario para cargar o llevarse insumos hospitalarios para Guanacaste y todo Puntarenas.
Los funcionarios de Recursos Humanos ahora están en una pequeña bodega, donde abundan los abanicos, a falta de un sistema de aire acondicionado.
Dentro de dos semanas, estiman las autoridades hospitalarias, los funcionarios serán trasladados al nuevo espacio, el cual cumple con todas las condiciones de salud ocupacional requeridas.
Ese espacio, por cierto, “salió” de la bodega que la Caja le “quitó” al almacén regional, el cual también ha tenido que adaptarse a los cambios luego del terremoto.
De hecho, antes del 5 de setiembre –día del temblor de 7,6 grados magnitud momento (MW)– , en el almacén había espacio para 1.800 posiciones de tarima, pero, con los ajustes estructurales, ahora solo hay campo para 520. Es decir, se perdió la capacidad de almacenamiento de medicinas en un 71%.
Esto ha provocado más fletes entre el almacén y las distintas áreas de salud de la región.
Los apuros por la falta de espacio también se notan en un buen número de toldos instalados en las afueras del hospital porteño.
Con ayuda de la Municipalidad de Puntarenas, el hospital pudo cerrar la vía que lo separa del área de Fisiatría, justo donde ahora está la hospitalización.
Todos los toldos sobre el asfalto o en los patios tienen dos fines: hacer de “salas de espera” del centro médico y proteger a los porteños del intenso sol.