Corresponsal
Pital. San Carlos.- El funeral de Ana Yancy Pérez se realizó ayer en la iglesia Metodista, a pocos metros de distancia de la escuela Gonzalo Monge, donde decenas de niños comenzaron clases.
La menor, de siete años, hubiera estado en el tumulto, ansiosa de comenzar el primer grado.
Ella murió el lunes, 10 horas después de ser atropellada por una motocicleta cuando salía de un abastecedor cercano a su casa, donde compró los confites que le alcanzaban con ¢70 colones.
Aquel dinero era una parte de los ¢500 que su papá le regaló como un premio por haber aprendido a escribir correctamente el nombre de él, de la madre y otros parientes.
Así lo narró Mayra Chacón, amiga de la familia y quien estuvo a cargo de la pequeña y su hermano Emerson por unos días.
“La chiquita estaba muy ilusionada porque iba a ir por primera vez a la escuela. Se le notaba que estaba ansiosa por aprender y solo de eso me hablaba”, narró la vecina.
Al parecer, tanto era el entusiasmo de la chiquita que la mamá, Miriam Vivas, decidió irse a trabajar de peón agrícola para colaborar con la compra de los útiles escolares.
El gasto era mucho para el salario de su esposo, Enrique Pérez.
Fue por esa razón, que Ana Yancy y su hermano quedaron a cargo de vecinas.
“El lunes yo tuve que viajar al Hospital México con el abuelo de ambos niños que tenía cita con un especialista y entonces otra muchacha los cuidaría.
”Lamentablemente mientras esa muchacha llegaba, los chiquillos se fueron al abastecedor y pasó lo que pasó”, relató la mujer.
Producto del atropello, ocurrido a solo 100 metros de la casa, Ana Yancy sufrió serias lesiones en pulmones, hígado y riñones.
Según la vecina, incluso un empresario donó anónimamente los ¢2 millones que costó trasladar en helicóptero a la menor herida desde Pital hasta el Hospital Nacional de Niños.
Pese a los intentos para salvarla, la pequeña no logró cumplir el sueño de ir a la escuela.