Una costumbre tan sencilla como compartir una comida en familia, cada día, podría jugar un gran papel en evitar o diagnosticar a tiempo un trastorno mental.
Alberto Morales, jefe de la Clínica del Adolescente, explicó que los niños y jóvenes que cenan con sus padres, generalmente tienen una comunicación más estrecha y una mayor contención.
“Hay que sacar el tiempo para compartir; ir al cine el fin de semana no basta. Los estudios demuestran que un tiempo de comida compartido disminuye los comportamientos de riesgo, los trastornos de alimentación y la depresión”, aseguró Morales.
“Se convierte en un espacio espontáneo para conversar (no interrogar), lo cual baja la ansiedad y permite plantear inquietudes. También facilita la detección de trastornos como la anorexia”, agregó Morales.
El médico dijo que las crecientes presiones económicas, impulsadas por el consumismo y el aumento en hogares uniparentales, ha debilitado los vínculos familiares y los espacios compartidos.
Otras ventajas. Estudios internacionales han detectado un menor consumo de alcohol, tabaco y drogas ilícitas entre jóvenes que cenan regularmente en familia.
El tiempo de comida compartida beneficia la salud física de los menores, reduciendo la incidencia de obesidad y propiciando los buenos hábitos de alimentación.
Idealmente, esta dinámica debe realizarse en un contexto tranquilo y sin premura, pero, además, sin distracciones, como la televisión o la computadora. Se recomienda promover un ambiente ameno y divertido.
Son mayores los beneficios en aquellos hogares donde los alimentos son preparados en casa con un mayor cuidado de la calidad de lo que se come.