Cartago. Simplemente se querían devolver en tren hacia San José. A miles de romeros no les importó caminar cinco horas hasta la basílica de los Ángeles y luego esperar otras cinco de pie, para tomar el servicio del Incofer.
Lo anterior, pese a que a 50 metros de la estación de trenes salían cada cinco minutos los buses de la empresa Lumaca.
Era lo nuevo, era el tren y había que subirse, cueste lo que cueste. Ese fue el pensamiento de al menos 15.000 pasajeros que desde las 10 p. m. del 1 de agosto, hasta las 6 a. m. del 2, habían regresado a San José en los vagones del tren.
Ayer, aún en la tarde, el Instituto Costarricense de Ferrocarriles (Incofer) no había contabilizado cuántas personas usaron el servicio al cierre de las 12 mediodía.
Cuando empezó el servicio, a las 10 p. m. del 1° de agosto todo caminaba fluido. La espera de los pasajeros no pasaba de 10 minutos para sentarse cómodamente en el tren.
Pero con el paso de las horas llegó la madrugada y la cantidad de personas que querían usar el tren sobrepasó su capacidad.
“Yo llevo cuatro horas esperando por subirme al tren. Son las ocho de la mañana, llegué a las cuatro de romería. Aquí me quedo, ya estamos cansados, pero nos vamos en tren, sea lo que sea”, expresó Sandra Quirós, romera que caminó desde San Isidro de Coronado con su esposo y dos hijas.
Los rostros de cansancio de cientos de peregrinos se mezclaban con los de enojo y frustración de otros en la misma fila de 750 metros. Pero una vez dentro de los vagones del tren dejaban escapar una sonrisa tímida al haberlo logrado.
“Casi fue más duro llegar al tren que llegar a la basílica”, expresó Carlos Jiménez, de Heredia.
La lección del tren. Ayer, luego de 18 años, el tren compartió con la romería de nuevo. Miguel Carabaguíaz, presidente del Incofer, sostuvo que en la historia del tren en Costa Rica nunca se había trasladado tantas personas –15.000 al corte de las 6 a. m. de ayer– en un día.
A pesar de que tomaron previsiones, 10 vagones con capacidad para 125 personas cada uno, no alcanzaron.
La novedad en definitiva pesó mucho. Y así lo confirmó Alfonso Molina, visitante que trabajó más de 30 años con el tren y ayer llegó para ver funcionar el servicio.
“Esto, lo que está pasando hoy con el tren, nada más dice una cosa: nunca se debió haber frenado el servicio del tren en 1995, sino modernizarlo”, expresó Molina.
Entre tanto, Gerardo Carballo, inspector del Consejo de Transporte Público (CTP) que supervisaba el servicio de buses de Lumaca, dijo lo que muchos pensaron ayer.
“El Incofer debe prepararse mejor para el otro año. Los pasajeros de bus bajaron mucho y el tren le ganó cancha”, añadió.
Colaboró: Gabriela Vargas, Colaboradora.