Nitéroi, Brasil. La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) tiene sabor criollo. Más de 400 historias de superación, perseverancia y convicción se entretejen bajo los colores de la bandera tica, que desde el pasado domingo ondea por las calles de Río de Janeiro.
La delegación oficial de Costa Rica completó los 400 peregrinos ese día, cuando un grupo de alrededor de 30 personas entró en bus a la ciudad de Río de Janeiro, provenientes de un vuelo que aterrizó a medianoche en Belo Horizonte, ciudad principal del estado brasileño Minais Gerais.
Para todos ellos fueron incontables los sacrificios, las renuncias y los esfuerzos que al final los llevaron hasta Brasil
Cuando apenas comenzaba este año, Fiorella Vicarioli, de 16 años, no tenía ni idea de los meses de intensa preparación que le esperaban previo al magno encuentro con el papa Francisco.
Fue una de las últimas personas en inscribirse –el día antes del cierre–, pues sus padres la sorprendieron con la noticia. “Nunca había salido sola a ningún lado, ni siquiera a la playa con los amigos. De un momento a otro, mis papás permitieron que me fuera tan lejos de mi casa”, señala la muchacha.
5.762 kilómetros separan a Vicarioli y a los demás peregrinos nacionales de sus familias.
Son las 9 de la mañana del 20 julio y Río de Janeiro entra en las pupilas de los peregrinos que vienen desde Belo Horizonte.
Al identificar los cerros del Pan de Azúcar, el Bondinho y un diminuto Cristo Redentor que se erige en la cima de un monte como si fuera una antena, el sueño se torna en realidad.
Al cruzar el puente, la delegación tica llega a Fonseca de Niterói, un pequeño condado al otro lado de Río de Janeiro. Se detiene el autobús frente a una pequeña iglesia, junto a una plaza de lastre.
Unos jóvenes brasileños invitan a los recién llegados ticos a escapar del autobús.
Estamos en San Lorenzo. “Sejam bem-vindos”, coreaba la serenata brasileña.
Acto seguido, un grupo de voluntarios distribuyó a los jóvenes costarricenses. Algunos fueron a hospedarse con familias de la comunidad. Fiorella Vicarioli y otros caminaron 800 metros hasta el colegio Nuestra Señora de las Mercedes; otros 40 ticos permanecieron en el salón comunal.
“Doy gracias de que las duchas son individuales, porque hasta había escuchado que nos iban a manguerear”, comenta Pía Montero, otra tica. Es el primer día de una semana intensa. Mañana los ticos verán al Papa en Copacabana.