Las viviendas de Felicia Montero y Sonia Ortega están separadas apenas por unos 50 metros. Viven en calle Los Espinos de San José de la Montaña, en la parte alta de la provincia de Heredia.
Más que vecinas, ellas han creado una especie de hermandad que las mantiene unidas y lejos de cualquier conflicto.
Además, de compartir gallitos de picadillo, tortillas, sopas o conversar mientras se toman un café, ambas siempre están pendientes de la salud de la otra o de cualquier problema que se presente.
“Tenemos más de 14 años de vivir cerca y nunca hemos tenido problemas. Es que con Felicia nadie se puede llevar mal”, alega Ortega y hace reír a su vecina.
Doña Felicia tiene una guardería y se dedica al cultivo de café. Ella es la casera de Sonia, quien vive en una casa alquilada con su esposo y una hija.
Sonia Ortega asegura que nunca ha tenido disgustos con los vecinos y, más bien, se siente feliz cuando alguno le pide un favor. Al lado, doña Felicia afirma que su día no se comienza bien hasta no saber cómo amaneció su amiga.
Esa armoniosa amistad, dice, la facilita el lugar donde viven, pues aunque no es totalmente rural aún huele a campo.
“Cuando llegué aquí solo estaba mi casa. Luego se fue poblando, pero como la mayoría son de San José de la Montaña, todos nos conocemos y tenemos una muy buena relación”, manifestó.
Unos sí, otros no. Mayela Núñez vive con su esposo y sus tres hijos en una alameda del barrio Benjamín Núñez, en San Pablo de Barva, Heredia.
“De aquí para arriba me llevo bien con todos, pero nada de andar metida en la casa ajena”, dijo.
Al igual que la mayoría de ticos dice conocer a sus vecinos, pero comparte poco con ellos.
“Solo donde Yami me gusta tomar café porque es mi amiga y nos llevamos muy bien”, narró .