“Usted no sabe todo lo que yo he pasado” es una frase que se escucha varias veces durante la misma noche.
Es cierto: sobrevivir en las calles de una ciudad no se parece a nada que alguien con alimento, ropa y techo asegurado pueda imaginar.
La soledad y no tener qué comer son solo algunas de los muchas congojas que enfrentan los habitantes de la calle, pero también son las únicas que puede resolver una persona con ganas de ayudar, al menos por unos minutos.
Esa es la consigna con la que sale cada viernes a las calles josefinas el proyecto Meriendas de Amor, de la Asociación Amor en Práctica.
Se inició en 2012 y, al igual que en tantas otras iniciativas para llevar alimento a las personas en condición de indigencia, con cada salida, los voluntarios adquieren conocimientos para dar atención.
Se debe andar siempre acompañado y con plena disposición para escuchar, como quien conversa con un amigo de toda la vida, aunque sea solo por cinco minutos.
Fue así como el 21 de julio, pasadas las 9 p. m., dos muchachos llegaron hasta la acera en la que estaba sentado Gilberto, de 33 años.
Ellos quisieron saber si ya había buscado a Dios para mejorar su situación.
“No voy a buscar a alguien para después quedarme con otra; prefiero quedarme con una y que el de arriba opine cuando me tenga que llamar”, les respondió.
Posiblemente se refería a la ‘piedra’, la cual consume desde muy joven. Dejarla, de momento, no es una opción.
“Ya usted sabe que va para su casa, a comer, a dormir o a otra cosa. Si le da ansiedad puede jugar play (PlayStation) , comer o hablar con el novio, no es lo mismo que andar con la droga, como yo”, explicó Gilberto, mientras se terminaba su merienda.
Tras seis minutos de conversación agradeció la comida, se despidió y se marchó, a pasar el resto de la noche en otro lugar.
En algunas paradas el café y el pan se le entrega a una sola persona, en otras llegan muchas más. Al ver llegar las dos busetas blancas, hombres y mujeres se acercan a pedir comida y a ver si les queda alguna de las prendas para donar que llevan los voluntarios.
Hay quienes, como Laura Chaves, vicealcaldesa de Alajuela, consideran que iniciativas del estilo de Meriendas de Amor satisfacen una necesidad básica, pero en el largo plazo contribuyen a reproducir el fenómeno de la indigencia.
Floricelle Chaves, miembro de la Asociación Amor en Práctica, conoce bien el debate, pero para ella pesa más el hecho de que varias decenas de personas menos tengan hambre en esa noche. Ella asegura, además, que quienes se involucran en ese tipo de iniciativas se sensibilizan con el dolor humano y buscan contribuir con mecanismos más complejos para atender a las personas en indigencia.
En las calles, todo se agradece. Es el caso de Cartago, como se hace llamar un adulto mayor que dormía junto a unas 20 personas más en la última visita de la jornada, en barrio México.
Él, además del sándwich consiguió un par de medias gruesas que le ayudaron a calmar el frío, pues andaba descalzo. Se las puso Manuel Jiménez, a quien se alegró de volver a ver.
Minutos antes de la medianoche se acabó la comida y la ropa y las busetas blancas se fueron. Las despidieron quienes quedaron en la acera, a la espera de los amigos de unos minutos.