Les faltaban las palabras cuando intentaban describir una violencia por completo desconocida.
En sus voces se advertía el mal momento, aún fresco, de fascinación y espanto, cuando bajo los techos de las casas esperaban que lo peor se fuera sin cobrarles la vida a ellos o los suyos.
Tras la tempestad, varios costarricenses detallaron cómo vivieron el paso de Sandy y qué estragos les dejó a la vista en sus patios y en las calles de sus barrios.
“Fue bastante el susto porque todo lo que estaban diciendo en las noticias, estoy en un segundo piso y la casa se movía muy fuerte, se sentía como si estuviera temblando. Tenía miedo que se reventaran las ventanas, el viento se escuchaba muy poderoso” narró a este diario Dahiana Halpin, quien hace seis años vive en Bensalem, estado de Pensilvania.
Esta oriunda de Cartago, casada con un estadounidense y madre de Nathan, de año y medio, recordó que de 6 p.m. a 7 p.m. antier, tan violenta era la sacudida que parecía “como si un tren estuviera pasando por el patio”.
“Gracias a Dios no se fue la luz y hay agua, en mi casa no hubo daño aquí, pero hay muchos árboles sobre las calles. A varias amigas se les levantó el techo de la casa o les cayeron árboles sobre sus carros”, comentó Halpin, quien se presentó ayer a su trabajo solo para devolverse a su casa pues, en su oficina, no había electricidad.
Carmen Vargas González, vive desde hace 14 años en Trenton Nueva Jersey. Su temor era por la casa de su hija María Fernanda; quien vive cerca del río Delaware, que tomó vías aledañas.
“Mi hija está desde el miércoles en Las Vegas porque andaba en una convención, pero no ha podido regresar. Sus hijos están conmigo, pero no sabemos cómo está su casa, estamos muy preocupados porque el carro quedó afuera de la casa que tiene un árbol grandísimo al puro frente”, explicó angustiada.
Una agradecida Vargas (el viento pasó por su casa sin dejarle rasguños) narró que ayer los comercios estaban cerrados y que la Policía atrapó, en plena ventisca el lunes, a un hombre que entró a robar en una tienda cercana.
Para su suerte, su casa tenía electricidad y tenían provisiones. Otros no tuvieron tanta suerte.
Anabelle Mora Rodríguez, habitante hace 25 años en Brentwood, Long Island (Nueva York), se quedó sin fluido eléctrico el lunes por la noche. Evocó cómo fue el paso de la tormenta Irene hace 14 meses, mas advirtió que la llegada de Sandy fue algo indescriptible.
“Nos tocó ver todo de día, cada bombazo nos asomábamos a las ventanas a ver qué se había roto o caído”, expresó Mora quien, con su hija Ana Laura y su esposo Édgar Morales, alumbraron con velas una noche comiendo pejibayes y hablando“un poco de todo y de nada” cuando lo único en mente era “aferrarse a Dios”.
“Es extraño ver con fascinación y terror el poder de la naturaleza. Es algo indescriptible”, comentó.