París. Huevos multicolores, de chocolate, adornados con cintas y lazos... todas las variantes son posibles para hacer más atractiva la ofrenda tradicional del Domingo de Pascua, que en realidad no tiene ningún fundamento religioso y hunde sus raíces en la antigüedad pagana.
Según numerosas civilizaciones, del huevo y su forma armoniosa nació el mundo.
La mitología hindú asocia el huevo con el Sol: "Al comienzo del tiempo, en el mundo inferior privado de luz había un gran huevo... ", relata un poema épico del Mahabharata, la gran saga de la India.
Numerosas leyendas en Alemania, Dinamarca, Bohemia, Transilvania, Italia o el País Vasco cuentan que un huevo contiene el alma humana.
Ahora bien, por hermosas que sean todas esas leyendas, ninguna explica la costumbre de regalar huevos en la fiesta de Pascua, celebración que entre los católicos significa el fin de la Semana Santa y la resurrección de Cristo.
Se piensa que los antiguos egipcios, que intercambiaban ritualmente huevos, en las fiestas con que celebraban el equinoccio de primavera. Y la fecha de la Pascua cristiana fue precisamente fijada en función de ese equinoccio.
También es posible pensar en un aspecto mucho menos poético de la tradición cristiana, a saber la prohibición de consumir huevos durante toda la Cuaresma, que al acumular un exceso de producción permitía repartir sin contar ese producto el día en que el período de ayuno y abstinencia terminaba.
Ayer, los niños de los países de tradición cristiana esperaron el don de "las campanas de Roma"... Son ellas las que el día de Pascua esconderán en los jardines los huevos de chocolate que tendrán que descubrir.