Moscú
El mal momento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Rusia quedó patente con una advertencia del jefe de la diplomacia de Moscú, Sergéi Lavrov: habrá una 'dura respuesta' a la orden norteamericana de cerrar el Consulado en San Francisco y dos oficinas comerciales en Washington y Nueva York.
Estados Unidos emitió la medida el jueves y le dio a Moscú 48 horas para cumplirla,y afirmó que era en represalia por la "injustificada y perjudicial" orden rusa de que los estadounidenses reduzcan a la mitad su personal diplomático en Rusia.
Lavrov declaró el viernes que Moscú responderá con firmeza, aunque aún no ha decidido cuál será precisamente la represalia.
"Tendremos una respuesta dura a cualquier medida que venga sorpresivamente para perjudicarnos y que provengan únicamente del deseo de estropear nuestras relaciones con Estados Unidos", ratificó el canciller en un encuentro televisado con estudiantes en la principal academia diplomática del país.
El clima agrio entre ambas potencias quedó también en evidencia cuando este viernes Moscú acusó a Washington de querer allanar su Consulado en San Francisco.
"Las demandas de las autoridades estadounidenses crean una amenaza directa a la seguridad de ciudadanos rusos", denunció la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Maria Zakharova, mediante un comunicado.
"Los servicios especiales estadounidenses pretenden llevar a cabo un registro del Consulado en San Francisco, incluidos los apartamentos de los empleados", agregó. Precisó que ese allanamiento lo iban a realizar agentes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI).
Estados Unidos dispuso la clausura, antes del fin del sábado, de ese despacho ruso de San Francisco, California, y de las misiones comerciales en Washington y Nueva York en respuesta a la drástica reducción de 755 diplomáticos y empleados, rusos o estadounidenses, en Rusia, ordenada a finales de julio por Vladimir Putin en reacción a las nuevas sanciones económicas aprobadas por el Congreso estadounidense.
La presencia diplomática estadounidense quedó limitada a 455 personas, las mismas que trabajan en la representación rusa en Estados Unidos.
A principios de agosto, Estados Unidos tuvo que dejar de utilizar dos edificios diplomáticos situados en la periferia de la capital rusa después de que el Kremlin les retirara el permiso de uso.
Para Washington, el cierre de las misiones diplomáticas rusas responde al principio de "paridad" invocado por Rusia y no debería, por tanto, conllevar "nuevas represalias", pero Moscú lamentó rápidamente una "escalada" de las tensiones "iniciada" por Estados Unidos.
Legado de Obama. Ese intercambio de medida y represalias es, en criterio de Lavrov, una "historia que fue lanzada por la administración Obama para perjudicar las relaciones ruso-estadounidenses y no permitir que Trump las sacara del atolladero".
Según Lavrov, el Congreso y la clase dirigente estadounidenses "intentan atar de pies y manos (a la administración Trump), inventar, digamos, una injerencia rusa, un vínculo entre él y Rusia, entre su familia y Rusia". "No hay ni un solo hecho" que atestigüe estas acusaciones, aseguró.
Pese a que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero hizo augurar una mejora de las relaciones entre ambas potencias rivales, estas no han dejado de empeorar, con las acusaciones contra Rusia de haber interferido en las elecciones presidenciales de Estados Unidos del 2016 y las sospechas de colusión entre el equipo de campaña del multimillonario republicano y Moscú como telón de fondo.
El secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, habló por teléfono el jueves con Lavrov, y ambos se reunirán en setiembre, probablemente al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York.
"No buscamos enfadarnos con Estados Unidos [...] y queremos, verdaderamente, que el clima político vuelva a la normalidad", declaró Lavrov el viernes. "Pero para un tango, hacen falta dos, y nuestro socio se ha lanzado, sin cesar, a un break dance en solitario", ironizó.
Con todo, Lavrov prometió que buscaría "acercamientos basados en el respeto mutuo" y que encontraría un "compromiso" con Washington.
Todo parece indicar que las relaciones entre Moscú y Washington están a un nivel todavía más bajo que en la época de la presidencia de Barack Obama, quien expulsó a 35 diplomáticos rusos y a sus familias a finales del 2016 pero sin provocar ninguna represalia por parte del Kremlin.
Ante esta nueva situación, Moscú nombró un nuevo embajador en Washington, Anatoli Antonov, conocido por ser partidario de una línea dura y por mostrar una profunda desconfianza hacia sus interlocutores estadounidenses.
Antonov juzgó esta semana que "la pelota está en el tejado de Washington" si se quiere restablecer la confianza.
"Rusia y Estados Unidos no podrán desarrollar una cooperación eficaz si las presiones, el chantaje o los intentos de imponer su voluntad a la otra parte, no son excluidas del diálogo", comentó el diplomático.