Ramadi. AFP Fuerzas de seguridad iraquíes y miembros de tribus aliadas mataron el viernes a 62 militantes de Al Qaeda en la provincia de Al Anbar, bastión suní al oeste de Bagdad, donde también murieron 32 civiles.
En Al Anbar, la mayor parte de la población está integrada por suníes, opositores al primer ministro chiita Nuri Al Maliki.
Según una fuente del ministerio del Interior, varios niños y mujeres figuran entre los muertos civiles en los combates registrados en esta jornada, después de que los insurgentes tomaran el control de barrios enteros de las ciudades de Ramadi y Faluya.
Los combates entre insurgentes y fuerzas gubernamentales comenzaron el lunes como consecuencia del desmantelamiento de un campamento cercano a Ramadi, que acogía a suníes opositores al régimen, que lo consideraba “un bastión de Al Qaeda”. La violencia se propagó enseguida a la ciudad próxima de Faluya.
Según señaló el jeque Ahmed Abu Risha, alto dirigente de la milicia Sahwa, 16 miembros del Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL) —grupo vinculado a Al Qaeda— murieron en Jaldiya, al este de Ramadi, mientras que otros 46 murieron en Ramadi.
Estos enfrentamientos opusieron a los combatientes extremistas suníes a miembros de las tribus locales apoyadas por la policía que lograron “limpiar cerca del 80% de las ciudades de Al Anbar y continúan persiguiendo a los miembros de Al Qaeda”, aseguró Abu Risha.
Las ciudades de Ramadi y Faluya fueron este viernes escenario de nuevos enfrentamientos entre, de un lado fuerzas tribales suníes y policías, y del otro combatientes del EIIL, quienes habían tomado el control de algunos sectores en las dos ciudades.
Al alba, los insurgentes habían ganado terreno en el centro de Ramadi, en cuyas calles desplegaron tiradores de precisión, señaló un capitán de la policía.
No existe aún un balance global de víctimas en los cinco días de violencia en esta región. Catorce personas murieron durante los choques del lunes y martes tras el cierre del campamento implantado hacía un año.