Beirut
El presidente sirio Bashar al-Asad intentará retomar las riendas de un nuevo gobierno este miércoles, con la mirada puesta en asentar su imagen de vencedor frente a los rebeldes y ganarse el apoyo de la población, cansada de tres años de guerra y aterrada por el avance de los yihadistas.
Al-Asad, electo el 3 de junio para un tercer mandato en unas elecciones calificadas de "farsa", tratará también de presentarse ante Occidente como una muralla contra los extremistas del Estado Islámico (EI), que ocupan parte de Siria e Irak.
Para dar lustre a la ceremonia, Al-Asad prestará juramento el miércoles ante muchas personalidades, y luego pronunciará una discurso de investidura en el que trazará las grandes líneas de su nuevo mandato, según una fuente cercana al poder, que requirió el anonimato.
"Bashar al-Asadquiere reforzar su carácter de 'victorioso' (...), una forma de desafío a los países que exigieron su salida" desde el inicio del conflicto en 2011, según Khatar Abu Diab, politólogo y profesor en la Universidad de Paris-Sud.
El tema de la partida de al- Asad, en el poder desde el año 2000, "está cerrado (...) Incluso los estadounidenses, los saudíes, los cataríes (que apoyan a la oposición, ndlr) no hablan más de ello" según Basam Abu Abdalá, director del Centro de estudios estratégicos de Damasco, cercano al poder.
Para el opositor exiliado Samir Nachar, "Bashar al-Asad sigue pretendiendo que es el presidente legítimo pese a las víctimas, las matanzas (...) y se aferra a una aparente legitimidad".
"Su mensaje es claro: de ninguna manera dejará el poder" añade.
Desde hace un año, las cosas no pueden ir peor para la rebelión que desde 2011 intenta derrocar al clan Asad, en el poder desde hace más de 40 años.
Los insurgentes pierden una posición tras otra, ante el avance del ejército del régimen, que controla la costa.
Peor aún, los rebeldes han sido expulsados del este del país por el EI, que proclamó el "califato" en los territorios bajo su control en Siria e Irak y no esconde su voluntad hegemónica.
En este contexto, todo parece sonreír al régimen de Asad, desde luego muy dependiente de los aguerridos combatientes del Hezbolá libanés y del apoyo de Irán y Rusia. En cambio, la ayuda en armas de los occidentales a la rebelión fue muy tímida.
"Ahora es al-Asad el que está en posicion de fuerza" afirma Salman Shaij, director del Brookings Doha Center.
Según este analista, Asad intentará tras su investidura ofrecer una especie de diálogo para seducir a los que se hallan en una "zona gris". "Intentará de forma superficial tender una mano para convencer a una mayoría de indecisos" aseguró.
Karim Bitar, director de investigación en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas francés (IRIS), considera asimismo que Asad va a capitalizar el miedo que suscitan los yihadistas, y proseguirá su ofensiva militar.
El presidente sirio "espera que las agresiones de EI le ayuden a recuperar los favores de una población harta de tres años de guerra", dice. Y seguirá aprovechándose del "temor occidental ante el islamismo" e "intentará presentarse como un aliado en la lucha contra EI".
Pero para los analistas, cualquier intento de Asad de pasar página está abocado al fracaso.
"Se ha derramado demasiada sangre (...) Sean cuales sean los éxitos militares, (al-Asad) no podrá recuperar la legitimidad ante capas muy importantes de la población", asegura Bitar.
"Se trata pues de una victoria pírrica, sobre los escombros de un país que no aceptará que se retorne a la situación anterior", concluyó.