Jerusalén. AFP. Los israelíes votarán el martes en unas elecciones legislativas muy inciertas, convertidas en un referendo sobre el mandato de Benjamín Netanyahu, líder de un país que enfrenta amenazas contra su seguridad e importantes desafíos sociales.
Las elecciones se han convertido en gran medida en una consulta sobre Netanyahu, de 65 años, primer ministro conservador desde marzo del 2009 y que lleva casi una década en el poder si se incluye su primer mandato entre 1996 y 1999.
Los sondeos dan una ventaja creciente a su opositor, el líder laborista Isaac Herzog.
Según el diario económico Globes , la Unión Sionista, alianza del Partido Laborista –de Herzog– y del centrista HaTnuah –de Tzipi Livni– obtendría 24 escaños, por 20 el Likud.
Otro sondeo del diario Haaretz le da 24 a la Unión Sionista y 21 curules al Likud.
Posible derrota. Netanyahu admitió, este jueves, la posibilidad de una derrota y advirtió, en tono dramático, de que su país podría afrontar una capitulación “en todos los frentes” diplomáticos.
“Nuestra seguridad está en gran peligro porque el riesgo de que perdamos estas elecciones es real”, declaró en una entrevista con el diario Jerusalem Post.
Herzog lo acusó de ceder al “pánico”.
Continuar o no con Nentanyahu “es la gran cuestión” porque está “en el poder desde hace mucho tiempo”, expresó Tamir Sheafer, profesor de Ciencias Políticas. Se trata del “segundo mayor periodo” de ejercicio del poder desde David Ben Gurión, el fundador del Estado de Israel.
Los 5,8 millones de electores israelíes llamados a votar el martes entre las 7 a. m. y las 10 p. m., quizás tengan que esperar varios días, o incluso semanas, para conocer el nombre de su próximo jefe de gobierno.
Si los resultados son tan ajustados como se prevén, las elecciones serán el preludio de intensas negociaciones para saber si Netanyahu, Herzog o algún otro de los 120 diputados que serán elegidos el martes, es el mejor para formar el Gobierno.
El futuro primer ministro tendrá varias tareas: proteger el país contra amenazas de guerra, frenar el progreso del yihadismo y la influencia iraní, enfrentar la ofensiva diplomática palestina, lidiar con las presiones internacionales, restaurar los lazos con Estados Unidos y preservar la vitalidad económica, así como combatir una de las mayores brechas sociales de los países desarrollados.
“No juguemos con nuestro futuro ni con el de nuestros hijos”, clamó Netanyahu, que se ha erigido en los últimos años como un escudo frente a un entorno regional hostil.
Su campaña culminó en Washington, donde desafió a la Casa Blanca y advirtió de las consecuencias, según él nefastas, de un posible acuerdo con Irán sobre su programa nuclear .
“Ha pasado tiempo desde que los israelíes querían un hombre fuerte (...) para el próximo líder quieren a alguien carismático que resuelva todos los problemas”, subrayó Tamir Sheafer. “Herzog todavía no es ese líder carismático”, matizó el experto.
Sus discursos alarmistas sobre la seguridad y las polémicas sobre su estilo de vida han permitido a Netanyahu esquivar las críticas de Herzog y de Livni sobre el coste de la vivienda o el encarecimiento de la vida, que ahora son las principales preocupaciones de los israelíes.
Pero en los últimos días la Unión Sionista ha registrado un avance. El último laborista que gobernó en Israel fue Ehud Barak, quien termino su mandato en el 2001.
Livni es consciente de que, en un sistema electoral que fomenta las alianzas entre pequeños partidos, no basta con quedar primero. Su partido Kadima se llevó la mayoría de los escaños en el 2009 pero tuvo que ceder el paso a Netanyahu para el puesto de primer ministro.
Según la nueva regla electoral, aprobada en el 2014 por iniciativa de la coalición gubernamental de Netanyahu, se necesita obtener un mínimo del 3,25% de los votos para entrar en el hemiciclo (antes se necesitaba el 2%).
Herzog acordó con Livni que cada uno asuma el puesto de primer ministro durante dos años en caso de victoria.
Los expertos auguran un gobierno de unión a cargo de Netanyahu o de Herzog, o de ambos si se turnan en el caso de que haya un acuerdo para compartir el poder.
Moshé Kahlon, antiguo miembro del Likud y hoy líder del nuevo partido de centroderecha Kulanu, podría ser una posible pieza clave después de las elecciones.