La iglesia de San Jorge está abarrotada de creyentes en una misa antes de Navidad. Hombres y mujeres escuchan sentados en los bancos al cura, que les reprende por no llevar a sus hijos a la iglesia. “Parece que teníais más fe cuando estabais en Siria”, les reconviene.
Apenas hay signos de que es Navidad en el interior del edificio, donde tan solo unas hojas de flor de pascua adornan una barandilla junto al altar.
“Somos una parroquia pobre y más ahora, por las circunstancias tenemos que ayudar a los feligreses, no estamos para grandes celebraciones”, explica el archidiácono Yatron Koliana en su despacho dentro del recinto, ubicado en el distrito Asirio, un barrio de clase trabajadora en el este de Beirut.
Filipinas: esperanza para la Navidad
La mayoría de los cristianos que acuden al templo son refugiados procedentes de la provincia siria de Al Hasaka, y siguen a la Iglesia asiria oriental, una de las muchas ramas en que se divide el rito siríaco, una de las variantes de la cristiandad en Oriente.
Para muchos, la celebración de la Navidad se limitaría a asistir a la misa del Gallo en Nochebuena y a otra especial el día 25 a primera hora de la mañana.