Nueva York. AFP. Los expertos en armas químicas comenzarán mañana una de las operaciones de desarme más ambiciosas y más peligrosas jamás intentadas, y más aún en medio de la cruenta guerra en Siria.
Se trata de eliminar más de 1.000 toneladas de productos tóxicos ( sarín , gas mostaza ) almacenados en todo el país. La ONU y la OPAQ (Organización para la Prohibición de Armas Químicas) buscan frenéticamente candidatos dispuestos a arriesgar sus vidas y a trabajar sin descanso para cumplir con los estrictos plazos.
La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU , adoptada la noche del viernes, obliga al régimen de Bashar al-Asad a destruir la totalidad de sus reservas de armas químicas en algunos meses.
Este tipo de operaciones ya se realizaron en Irak y Libia, pero nunca en plena guerra.
En Siria, el conflicto bélico ha dejado más de 100.000 muertos en 30 meses y los combates continúan con toda su fuerza.
Desafío inédito. Los expertos estiman que harán falta alrededor de 200 inspectores y la OPAQ, encargada de hacer aplicar una convención que data de 1993, no cuenta con suficiente personal.
Aquellos que se presenten como voluntarios corren peligro de ser tomados como blanco por los bandos beligerantes.
También, habrá que retirar los precursores (productos tóxicos) de Siria para destruirlos en un ambiente seguro.
El plan ruso-estadounidense prevé terminar el trabajo a mediados del 2014, pero la mayor parte de los expertos no lo cree posible.
“Jamás realizamos una operación de tal magnitud, y mucho menos en tiempos de guerra”, destacó Dina Esfandiary, especialista del Instituto Internacional para Estudios Estratégicos de Londres.
“En principio, es muy difícil asegurar que al-Asad haya declarado la totalidad de su arsenal”, advirtió. Para Hamish, de Bretton-Gordon, un exoficial en las fuerzas nucleares y químicas británicas, esta misión es imposible llevarla a cabo en plena guerra.
Los obuses o cohetes químicos ya listos para su empleo deberán ser destruidos en el lugar en un incinerador especial y será imposible organizar tales instalaciones en ese país del Oriente Medio.
En Irak, los expertos a veces cavaban hoyos en pleno desierto, derramaban gasolina y accionaban un detonador para quemar los productos químicos. Pero ni hablar de proceder de esa forma en Siria.
“Lo ideal sería que los sirios entreguen las armas químicas en la frontera, donde la ONU y las grandes potencias las tomarían para eliminarlas”, dijo Bretton-Gordon.
Unos 200 especialistas deberán trabajar sin tregua durante seis meses para censar y transferir todos los productos peligrosos.
“Pero para destruirlos hará falta mucho más tiempo, podrían ser dos años”, precisó este experto que entrena al personal médico en Siria para trabajar bajo amenaza de un ataque químico.
Estados Unidos y Rusia acordaron desde hace años destruir sus arsenales químicos, pero han tenido que solicitar más plazos dada la magnitud de la tarea.
Moscú y Pekín ofrecieron sus servicios para la operación en Siria, y Estados Unidos y Alemania, ayuda técnica o financiera.