Quinamávida, Chile.
Un fuerte olor anticipa la cercanía de "Tierra Santa", la plantación legal de marihuana más grande de América Latina, cuya cosecha permitirá la elaboración de un medicamento experimental que inicialmente usarán 4.000 enfermos.
En el terreno, de 6.000 metros cuadrados, 6.400 plantas de 16 variedades distintas de cannabis fueron sembradas en noviembre pasado.
La plantación se ubica en Quinamávida, un pequeño pueblo 350 kilómetros al sur de Santiago.
Un imponente cerco de seguridad de cuatro metros de alto, alambrado eléctrico, cámaras de seguridad, una caseta elevada con guardas y un perro que no para de ladrar custodian día y noche el lugar, donde algunas de las plantas ya superan los dos metros de altura.
La Policía de la zona realiza frecuentes visitas al recinto, cuyo ingreso se realiza bajo estricta identificación.
Varias vacas, chanchos y gallinas son también testigos de las enormes plantas de cannabis que comenzaron a ser cosechadas hace seis días para fabricar un fármaco que será entregado a tres hospitales.
En esos centros médicos aplicarán un tratamiento experimental a unos 4.000 enfermos de cáncer, epilepsia refractaria y dolores crónicos, entre otras enfermedades, inscritos en una primera parte del proyecto.
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Hasta ahora, se han cosechado unas 350 plantas y sus promotores esperan concluir toda la labor en aproximadamente un mes, para alcanzar la tonelada y media de cannabis recolectada.
Cuidados. Con un cuidado extremo, las plantas son desplantadas y trasladadas hasta una bodega, donde cerca de 40 manicuristas, como les llaman, podan hoja por hoja hasta dejar solamente la flor.
"La flor o 'cogollo' es la parte importante donde se encuentra la resina que nosotros queremos", explicó Pablo Meléndez, director del proyecto ideado por la Fundación Daya, la cual promueve el uso medicinal de la marihuana con el permiso del gobierno chileno.
Esa resina es la base del fármaco de prueba que se pretende usar como un método paliativo del dolor y que será producido por el laboratorio Knop. En caso de resultar positivas las pruebas, el medicamento sería registrado en el 2017.
"Los pacientes que reciban el fitofármaco serán evaluados para determinar si los dolores se reducen, en caso de los que padecen cáncer o dolores crónicos o bien, si las convulsiones disminuyen y hay mejoras neurológicas en personas con epilepsia refractaria", explicó Meléndez, quien cultiva marihuana desde hace nueve años.
El proyecto cuenta con autorización oficial y constituye un hito en Chile, donde la marihuana es considerada una droga "dura" y en el que su consumo privado está permitido, pero no su venta ni autocultivo.
El proceso sigue con el secado de los cogollos por medio de enormes ventiladores. Una vez secos se desmenuzan, se empacan y almacenan para ser enviados al laboratorio que desarrollará un extracto oleoso para la administración oral en gotas.
Cambio de mentalidad. Quienes trabajan en la cosecha viven en su mayoría en Quinamávida, un pequeño pueblito ubicado a la orilla de un camino rural, habitado mayoritariamente por campesinos que inicialmente miraron con recelo el proyecto.
"En su momento causó revuelo y revolución, por los mitos y temores que hay sobre la planta, que iban a llegar marihuaneros y delincuentes, pero no ha sucedido nada de eso y la misma gente se ha dado cuenta que ha sido un beneficio", dijo Gabriel Sánchez, uno de los manicuristas.
"La gente ha transformado totalmente su mirada. Actualmente cuando se dice cannabis o marihuana la gente ya no piensa en narcotráfico, piensa en medicina", afirmó Ana María Gazmuri, directora de la Fundación Daya.
El cultivo también llamó la atención de organizaciones que apoyan el uso medicinal del cannabis en Estados Unidos, Canadá, España, Colombia y Brasil, países que enviaron emisarios para conocer la experiencia de "Tierra Santa".
"Para mí es un punto de cambio muy importante el tomar el cannabis como una planta medicinal, una planta que tiene una cercanía milenaria con los seres humanos", sostuvo Bruno Torturra, del centro de estudios de seguridad ciudadana de Río de Janeiro, que visitaba la cosecha.
El proyecto es financiado por 19 municipios de Chile, que han desembolsado hasta ahora cerca de $1 millón.