Santo Domingo. AP. Con un crecimiento económico sostenido que llegó al 7% los dos últimos años, y una oposición cada vez más débil y fragmentada, nada parece detener la reelección del presidente Danilo Medina en la República Dominicana.
La única duda es si obtendrá más del 50% de los votos y ganará en la primera vuelta, el 15 de mayo. Las últimas encuestas indican que podría conseguirlo.
El malestar con el alza de los impuestos a las ventas y las matrículas universitarias para reducir el déficit fiscal que encontró Medina al llegar a la presidencia se ha diluido y mucha gente se muestra complacida con la inversión en obra pública, incluidas unas 2.500 escuelas nuevas, carreteras y el sistema de desagüe en esta nación, proclive a las inundaciones.
El Gobierno alargó la jornada escolar y ofrece dos comidas gratis por día a los alumnos.
División. El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), de Medina, “es el único en el sistema político que sigue estructurado”, explicó la socióloga Rosario Espinal, de la Universidad Temple de Filadelfia, aludiendo a la división del principal colectivo de oposición, el Revolucionario Dominicano (PRD).
Un sector del PRD acude a los comicios aliado al oficialismo, lo que hace casi imbatible a Medina, pues, entre los partidos pequeños, ninguno ha logrado despuntar.
Para derrotar a Medina y su alianza de 15 agrupaciones, “se necesita una fuerte unidad de la oposición y eso no se concretó ”, señaló Espinal.
En los comicios participan ocho candidatos y el rival más fuerte de Medina, Luis Abinader, del Partido Revolucionario Moderno (PRM), el colectivo que surgió en el 2015 de la división del PRD, no parece capaz de derrotarlo.
La última encuesta de Gallup, publicada el 25 de abril por el periódico Hoy , indicó que la intención del voto a favor de Medina aumentó del 51,8% en enero a 63% en abril.
De los otros seis candidatos presidenciales, incluidas por primera vez dos mujeres, solo uno de ellos, el exfiscal de la capital Guillermo Moreno, cuenta con una intención del voto superior al 1%.
“Este proyecto político es invencible”, se ufanó Medina, economista de 64 años, ante cientos de simpatizantes, en un acto proselitista a principios de mayo.
El principal reto que encaró su gobierno se produjo cuando el tribunal constitucional dictaminó, en setiembre del 2013, que los descendientes de personas que ingresaron al país ilegalmente, la mayoría de ellos haitianos, no tenían derecho a la ciudadanía.
La decisión fue duramente cuestionada en otros países e hizo temer deportaciones en masa.
El Gobierno respondió con un programa para restablecer la nacionalidad a unas 55.000 personas nacidas en el país y otro para regularizar el estatus como inmigrantes a unas 210.000 personas por primera vez. Unas 300.000 no se acogieron al programa o no reunieron los requisitos y miles se han ido a Haití.
Abinader, un economista y empresario de los sectores construcción y turismo, nunca ha ocupado cargos públicos, aunque se postuló en 2012 como candidato a la vicepresidencia por el PRD, como compañero de fórmula del exmandatario Hipólito Mejía. En esas elecciones fueron derrotados por escaso margen por Medina.
El PRD, uno de los partidos más longevos y grandes, concretó su división en 2014 tras las tensiones surgidas desde que en 2011 el expresidente Mejía se impuso en las primarias a Miguel Vargas, líder del colectivo. Mejía fue expulsado del partido por supuesta insubordinación y junto con Abinader y líderes históricos de la agrupación se unieron a otro colectivo para fundar el PRM, mientras que Vargas y gran parte del PRD se aliaron al proyecto reeleccionista de Medina.
La Constitución vigente desde el 2010 no permitía la reelección inmediata y a poco de comenzar su mandato, Medina aseguró que no trataría de modificar la ley para volver a postularse.
El PLD, sin embargo, aprovechó su control total del Senado y su mayoría en la Cámara Baja para reformar en el 2015 la Carta Magna con la única meta de permitir la reelección presidencial.
Esto generó una crisis interna del colectivo debido a que diversos grupos impulsaban la nominación del expresidente Leonel Fernández, quien ya gobernó en tres periodos.
El conflicto se saldó con un pacto que garantizó a la gente de Fernández candidaturas y cargos públicos a cambio de apoyo a la reforma constitucional.
El mandatario ha encabezado un periodo de estabilidad económica que coloca al país como el de mayor crecimiento en la región. También exhibe proyectos sociales como más horas de estudio en escuelas, alfabetización de adultos y múltiples microcréditos.
“Lo mejor es que (Medina) siga ahí (en el gobierno)”, dijo Lauri Matos, un transportista y conductor de un mototaxi de 46 años. Adelantó que votará por el mandatario porque “es el único que nos ha arreglado la cañada” que inunda frecuentemente el barrio marginal donde vive con su esposa y dos hijos.
Para Altagracia Santana, una empleada de mantenimiento, de 30 años y madre de cuatro hijos, “Danilo ha estado resolviendo la educación”. Mientras cose el dobladillo de un pantalón como parte de su trabajo alterno como costurera, explica que votará a favor de la reelección del mandatario porque decenas de jóvenes de su barrio reciben capacitación técnica mediante los programas educativos del gobierno e incluso el transporte diario para ir a clases.
Santana, que solo cursó hasta tercer grado de secundaria, se benefició de esos programas. Además de su empleo formal, realiza en su casa trabajos de sastrería gracias a los cursos de corte y confección que tomó en el gubernamental Instituto de Formación Técnico Profesional, estatal.
Para la socióloga Espinal, el apoyo a Medina también está vinculado con la estructura populista del gobierno que beneficia a miles de personas con empleos y apoyo económico. Según datos oficiales, 23% de los electores reciben ingresos del Estado, ya sea como empleados públicos (8,9 o mediante algún programa de subsidios (13,9).
En las elecciones del 15 de mayo están convocados 6,8 millones de electores para elegir al presidente y vicepresidente, a los 222 congresistas y todas las autoridades municipales. Desde los comicios del 2010, el partido gobernante mantiene el control del Senado, con 31 de las 32 curules, así como la mayoría en la Cámara Baja, con 96 de las 190 bancas.
“En la medida en la que oposición siga tan dispersa le será muy difícil enfrentar un estado clientelar” encabezado por el PLD, consideró la socióloga Espinal.