Entre escándalos de corrupción, gases lacrimógenos en las calles y disturbios en el Congreso, las cosas pintan complicadas para el presidente brasileño, Michel Temer, en su intento por dar la vuelta a la economía más grande de América Latina.
Su gobierno aplaudió el martes que el Senado aprobara el congelamiento del gasto público durante 20 años, una medida sin precedentes y la primera de su paquete de austeridad.
"Esta fue una medida histórica", dijo el ministro de Finanzas Henrique Meirelles, elegido por Temer para sacar a Brasil de su peor recesión en décadas.
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Pero el mandatario, que tomó el poder este agosto después de la destitución de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, tiene pocos motivos para celebrar.
La segunda parte de su paquete de austeridad, que prevé aumentar la edad mínima de jubilación, enfrenta una acogida bastante más hostil en el Congreso, mientras las protestas callejeras se vuelven cada vez más acaloradas.
Sobre el gobierno entero de Temer, incluyendo el mismo presidente, pesa además el espectro de una corrupción en constante expansión centrada en la petrolera Petrobras, que provoca el pánico de la élite brasileña.
"Cuando asumió como presidente interino, Michel Temer anunció un gobierno de "salvación nacional", escribió este miércoles el columnista del diario Folha, Bernardo Mello Franco.
"Siete meses más tarde, su administración parece reducida a 'sálvate a tí mismo si puedes'".
Credibilidad derrumbada
Cuando Rousseff fue destituida en agosto, gran parte del país respiró en señal de alivio. Elegida para un segundo mandato en 2014, su impopularidad creció como la espuma al tiempo que el declive y la corrpución parecían no tener final.
Temer, un veterano de centro derecha que fue su vicepresidente en una coalición incómoda, automáticamente tomó las riendas para agotar el mandato hasta 2018.
Pero, lejos de seguir la estela, Temer instaló un nuevo gobierno y se embarcó en un cambio radical girando la página a más de una década de políticas de izquierda.
Su posición fue en sintonía con las demandas de los inversores y de los grupos económicos que apoyaron la destitución de Rousseff.
Pero a Temer le falta la legitimidad política que da ganar unas elecciones y rápidamente se volvió casi tan impopular como Rousseff, con sólo 10% de la población diciendo que su gobierno hace un buen trabajo.
Una encuesta de Datafolha publicada el martes mostró que 60% de los brasileños se opone al congelamiento del gasto público.
A diferencia de Rousseff, Temer goza de un fuerte apoyo del Congreso, aunque ello ya están apareciendo fisuras.
El apoyo en el Senado de su techo de gasto cayó de 61 senadores en la primera votación a 53 en la vuelta decisiva del martes. También hay señales de que las peleas internas dentro de la coalición de Temer harán que el apoyo de las reformas de la jubilación sea aún más difícil.
La intensidad de las protestas populares están creciendo además. Si bien están lejos de ser tan grandes como aquellas mareas que pedían la destitución de Rousseff, los manifestantes anti-Temer se destacaron estas últimas semanas por enfrentamientos violentos con la policía.
Remolino de corrupción
El mes pasado, los legisladores de izquierda presentaron una solicitud para pedir la destitución de Temer.
Michael Mohallem, un profesor de Derecho y experto político en la fundación Getulio Vargas, dijo que Temertodavía no está cerca de caer.
La situación es "igual de crítica que cuando estaba la presidenta Rousseff o incluso peor. Pero tiene el apoyo del Congreso, así que es muy poco probable que siga ese camino", aseguró Mohallem.
"Pero mientras el ambiente se vuelve más complejo, su situación se vuelve más frágil", apuntó.
El núcleo de los problemas de Temer es el gigantesco escándalo de corrupción de Petrobras, que se está llevando por delante a gran parte del Congreso y del gobierno.
La agresiva investigación, denominada Operación Lava Jato, ya derribó a varios miembros del gabinete de Temer.
El consejero cercano del presidente, Jose Yunes, fue el último en caer luego de estar implicado en la investigación. Los medios brasileños reportaron que el jefe de las inversiones de infraestructura, Wellington Moreira Franco, también estaba a punto de dimitir.
Lava Jato está entrando en una nueva etapa con las "delaciones premiadas" -a cambio de una reducción de sus eventuales condenas- de más de 70 funcionarios de Odebrecht, una gran empresa constructora brasileña involucrada en el esquema de corrupción de Petrobras.
Incluso Temer fue mencionado según un testimonio filtrado que asegura que habría pedido donaciones ilegales a Odebrecht. El presidente respondió diciendo que no había hecho nada malo.
Por si fuera poco, la Corte Electoral Suprema está revisando si la elección de Rousseff en 2014, con Temer como vicepresidente, debería ser anulada por fondos de campaña mal recibidos. En ese caso, el mandatario debería renunciar para celebrar elecciones anticipadas.