Bogotá. AP. Preside una de las economías de más rápido crecimiento de América Latina y ha llevado las negociaciones de paz con los rebeldes marxistas de las FARC más lejos que cualquier presidente colombiano lo ha hecho en, al menos, tres décadas.
Pero el presidente Juan Manuel Santos parece que no conecta con los votantes colombianos, que no han sentido los beneficios de su política económica y que tienen preocupaciones más mundanas que la perspectiva que traería el fin a medio siglo de conflicto armado y violencia guerrillera.
La fatiga con el gobierno de Santos fue evidente el domingo cuando casi el 60% de los votantes se quedaron en casa y prefirieron no salir a votar.
Quienes sí lo hicieron, y de manera abrumadora, fueron los rivales del primer mandatario. El exministro de Hacienda Óscar Iván Zuluaga terminó a la cabeza de cinco candidatos con el 29% de los votos, lo que fuerza a una segunda vuelta –el 15 de junio– que definirá al próximo presidente con Santos como contendor, quien quedó segundo con el 26% de los sufragios.
Pese al revés electoral, el mandatario no ha dado muestras de que esté pensando o vaya a repensar su estrategia electoral cuya pieza central ha sido el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) , que lleva 18 meses y busca poner fin a un conflicto armado de 50 años.
Apuesta por la paz. Santos, de 62 años, ha enmarcado el debate político de la segunda vuelta entre una batalla entre la esperanza y el temor, anticipándose a lo que sería una fuerte disputa por el futuro de las conversaciones de paz con el grupo rebelde más grande y el legado de polarización que dejó Uribe, después de que lideró una poderosa ofensiva militar sin cortapisas, respaldada por el Gobierno de Estados Unidos, contra las FARC durante su administración (2002-2010).
“Lo que ha quedado claro hoy es que en tres semanas los colombianos tendrán dos opciones: podrán escoger entre quienes queremos el fin de la guerra y los que prefieren una guerra sin fin”, dijo Santos.
Este, no obstante, no es un mensaje que resuene entre los votantes. Una reciente encuesta de Invamer-Gallup arrojó que solo el 4,5% de los colombianos cree que es una prioridad lograr un acuerdo de paz con las FARC. Ni siquiera aparece entre las cinco principales preocupaciones de los votantes, más pendientes de temas como el acceso a la salud y el empleo en un país en el que aproximadamente la mitad de los trabajadores todavía están empleados en la economía informal.
Para acercarse al medio millón de votos que lo separan de Zuluaga, el presidente candidato cuenta con el apoyo de la izquierda colombiana, único sector que en esta coyuntura ha respaldado el proceso de paz en un país que se ha vuelto de derecha en los últimos años.
En los últimos días de la campaña, Santos logró el respaldo del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, que fue guerrillero del Movimiento 19 de Abril. Otra política de izquierda, Clara López Obregón, logró una sorprendente votación de dos millones de votos el domingo, muy cerca de quien quedó de tercera, la candidata del Partido Conservador, Marta Lucía Ramírez, quien se espera que apoye la candidatura de Zuluaga.
Sin embargo, para la segunda ronda, el apoyo de la izquierda no será automático.
“Si aspira a la reelección no puede ser con la misma política como lo ha hecho con los tratados de libre comercio, la minería y pisotear los derechos sociales de la gente, y el castigo en las urnas ha sido en ese sentido y sumamente claro”, expresó el senador izquierdista Iván Cepeda.
Aunque los partidarios de Clara López (Polo Democrático, izquierda) y el candidato de la Alianza Verde, Enrique Peñalosa, lo hagan de mala gana, es posible que adhieran a Santos en la segunda vuelta. Pero tal vez eso no sea suficiente para compensar la apatía generalizada entre el electorado cautivo, que parece ser el mayor problema del primer mandatario. El 59,9% de los ciudadanos no fue a sufragar.