México. AFP. Enrique Peña Nieto, quien según los sondeos a boca de urna ganó ayer la presidencia de México, es el producto más telegénico del PRI, que busca dar una imagen de modernidad pese a ser tachado de un pasado autoritario y corrupto.
Con un rostro que causa pasión entre las mujeres y una estudiada puesta en escena en sus actos de campaña, este licenciado en Derecho con una maestría en Administración de Empresas, de 45 años, venció la elección por amplio margen según todas las encuestas a boca de urna.
Nacido en Atlacomulco –municipio situado en el estado de México y base de un importante grupo de poder dentro del Partido Revolucionario Institucional (PRI)–, en el seno de una familia de larga tradición política, Peña Nieto llevaba años nutriendo una imagen de “presidenciable”.
Tiene hasta tres parientes de distintos grados que fueron gobernadores del estado de México, todos ellos del PRI, al que se afilió a los 18 años. De la mano de Arturo Montiel, quien lo precedió en la gobernación de México y al que una vez en ese cargo exoneró de las acusaciones de corrupción que pesaban sobre él, fue escalando puestos en la formación política hasta llegar a secretario de Administración del gobierno de su mentor.
Formó su propio grupo político, los Golden Boys, y en 2003 logró su primer cargo de elección popular al obtener un escaño en el Congreso estatal, pero apenas dos años después dejó el puesto para contender por la gobernación de su estado natal, el más poblado del país.
Tras lograr una contundente victoria, empezó a sonar como el candidato ideal de un PRI dividido y desacreditado que quedó tercero en la elección presidencial de 2006.
Durante la carrera para la presidencia, en la que no tuvo ningún rival dentro de su partido, fue acusado de gastar millones de dólares en los últimos años para promocionarse en Televisa, la principal cadena de televisión del país.
Con su singular e impecable copete y su cara de galán de telenovela, tuvo que bregar durante su campaña para desmarcarse de la etiqueta de corrupto y autoritario que el PRI no logra dejar atrás. Una de las sombras que planeó sobre su campaña son las muertes y violaciones cometidos por la Policía al reprimir un conflicto social en San Salvador Atenco, algo que a muchos recuerda otras matanzas durante el largo reinado del PRI (1929-2000).