Madrid
Detrás de una mirada azul intensa, Pedro Pablo Peña, presidente del pequeño partido Alianza Nacional (AN), se declara abiertamente fascista y neonazi, corrientes marginales pero que intentan cobrar fuerza aprovechando la crisis y la tensión independentista en España.
Peña esboza abiertamente ante unos jóvenes simpatizantes las líneas maestras de su ideología: "nación, raza y socialismo", palabras pintadas en las paredes de su pequeña sede de Madrid junto al escudo del partido, de claras reminiscencias nazis.
Se trata de una ideología todavía marginal en España, con apenas un 0,3% de los votos en las elecciones de 2011 y unas pocas decenas de ediles en ayuntamientos de las regiones de Valencia, Madrid y Cataluña.
Pero aprovechando la crisis económica, institucional y territorial, intentan ganar protagonismo aunque, a diferencia de lo ocurrido en países como Francia o Grecia, varios expertos descartan un auge de la ultraderecha en España, donde aún escuece el recuerdo de la dictadura franquista y la inmigración es, en general, bien acogida.
"No veo en un país como España movimientos o partidos como estamos viendo en Europa que tengan la capacidad verdaderamente de desestabilizar al sistema político", asegura Fernando Vallespín, catedrático de ciencias políticas en la Universidad Autónoma de Madrid.
En España, es el Partido Popular, uno de los dos grandes partidos parlamentarios en el poder desde 2011, quien recoge tradicionalmente este tipo de votos.
La formación, sucesora de Alianza Popular, fundada en 1976 por el exministro franquista Manuel Fraga, "ha tenido la capacidad de incorporar a sectores sociales que se hubieran integrado en estos movimientos y que sin embargo encuentran acogida dentro de una parte de su discurso", dice Vallespín.
En las últimas semanas, varios episodios han evidenciado la actitud a veces laxa de la derecha tradicional con el franquismo, al que nunca ha condenado.
El 10 de octubre, el PP, con su mayoría parlamentaria, bloqueó una moción para tipificar como delito " la apología o el enaltecimiento del franquismo, del fascismo, del totalitarismo o del nazismo", alegando que el nuevo Código Penal que se debate en el Congreso ya penaliza los discursos que fomentan el odio y el negacionismo.
Esta negativa se suma a la polémica generada en verano por la publicación de varias fotografías de líderes de las juventudes del partido con simbología fascista y a la reciente celebración de un mercadillo de objetos franquistas en un colegio público del municipio de Quijorna (Madrid), gobernado por el PP.
"Como vemos el humo, nos imaginamos el fuego", advirtió el diputado de Izquierda Unida Gaspar Llamazares, quien recientemente pidió a la fiscalía la ilegalización de AN por el ataque de algunos de sus miembros contra un centro cultural catalán en Madrid, donde se celebraba la fiesta de esa región el 11 de setiembre.
La polémica parece haber beneficiado a la formación que, según Peña, ha pasado de recibir unas diez llamadas al mes de gente interesada en afiliarse a recibir más de veinte diarias.
Junto a otros grupúsculos ultraderechistas unidos en la plataforma "La España en Marcha", formada en julio, el partido organizó el 12 de octubre una manifestación contra el independentismo catalán en Barcelona, donde unas 400 personas de estética neonazi exhibieron banderas franquistas y emblemas de tinte fascista.
Y es que en este país, los movimientos de la extrema derecha no se deben a un problema de inmigración "sino de reconstituir una idea de España más allá de estos desafíos independentistas", explica Fernando Vallespín.
Esta problemática, advierte Vallespín, es el principal factor con el que pueden ganar espacio en el panorama electoral.
"Nosotros a lo que aspiramos es a recuperar a un segmento del pueblo español que todavía cree en las virtudes del pueblo español: la honestidad, la disciplina, el patriotismo, la religiosidad, la virilidad. Virtudes tradicionales", resume Peña, abogado de profesión y fundador del controvertido partido en 2006.