SAINT-ÉTIENNE, Francia. Patrick Jouve, el dueño de una tienda de juegos en la Rue Louis Braille en la ciudad francesa de Saint-Étienne, acomete contra las regulaciones gubernamentales que limitan el tamaño del brillante tablero de ajedrez y las pelotas saltarinas que pintó en su fachada. Si la pintura cubre más de 11 metros, constituye publicidad y tiene que pagar una tarifa de $1.350.
Sin embargo, a los 57 años, lo que Jouve espera con ansiedad es la generosa pensión estatal que le ayudará a pagar su planeado retiro en el campo, a los 62 años.
Calle abajo, Virgine Chargros, esposa de un panadero, depende del “subsidio familiar” de $404 por mes que recibe de las autoridades para ayudar a criar a sus tres hijos. Ella y su esposo trabajan seis días a la semana y ganan unos $2.200 al mes, pero sin ese auxilio tendrían problemas para ofrecer a la familia “pequeños placeres”, aseguró.
La penetrante presencia del Gobierno en la vida francesa –desde las normas del lugar de trabajo hasta los beneficios de salud y educación– es tema hoy de un gran debate conforme la nación enfrenta la uda de si podrá sostener el modelo de democracia social posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Los ascendentes costos de los programas de beneficencia social que cubren a los ciudadanos desde la cuna hasta la tumba casi han agotado la capacidad del Gobierno francés para recaudar los impuestos necesarios para pagarlo todo, creando crecientes problemas políticos para el presidente François Hollande, un socialista.
La aptitud de este país para innovar y competir mundialmente se pone en duda, y los inversionistas están rehuyendo las normas de regulación gubernamental y los altos impuestos.
Algo consustancial. Pero en las calles de esta ciudad ubicada 523 km al sureste de París, la discusión no es abstracta o siquiera excesivamente política. Las conversaciones giran alrededor de cuántas personas, casi inconscientemente, amoldan su educación, hábitos de trabajo y aspiraciones a los beneficios que ven como elementos intrínsecos de su vida.
“No se pueden quitar las armas a los estadounidenses, y en la misma forma no pueden quitarles los beneficios sociales a los franceses”, argumentó Louis Paris, de 25 años e hijo de una pareja que vive en la Rue Louis Braille, vecindario típico en Saint-Étienne, que tiene profundas raíces obreras y con inclinación históricamente socialista.
“No lo soportarán”, señaló Paris, que está desempleado y ha estado buscando un empleo de tiempo completo que ofrezca beneficios.
Esta realidad en la Rue Louis Braille, llamada así por el francés que inventó el sistema de lectura para los invidentes, ayuda a explicar por qué sucesivos líderes han hecho apenas cambios modestos en los beneficios sociales.
Uno de los edificios más grandes en la primera cuadra de la calle, de apariencia relativamente próspera, es el de las oficinas locales de los beneficios de salud financiados por el Estado. La segunda cuadra tiene ocho escaparates vacíos, testimonio de los últimos cuatro años de crisis económica.
El ingreso familiar medio en la ciudad es de $25.000, alrededor de la mitad de la cifra nacional para Estados Unidos y ligeramente más abajo del promedio para Francia. Pero el dato no incluye las muchas cosas que paga el Estado.
En Francia, la mayor parte de las guarderías y de la educación superior están disponibles universalmente y las paga el Gobierno, al igual que la atención médica, tres de los elementos más costosos en los presupuestos de la mayoría de las familias estadounidenses.
El costo de la atención médica en Francia está incrustado en los impuestos cobrados a los trabajadores y empleadores; los primeros hacen contribuciones obligatorias con valor de aproximadamente 10% de su salario para cubrir el seguro de salud y un total de 22% para pagar todos sus beneficios.
El impuesto sobre nómina para los patrones puede representar hasta 48%, lo que significa que para un empleado al que se le pagan $1.000 al mes, el costo para el empleador sería de $1.480 , según las cifras oficiales.
Por esa cantidad, el empleado recibe un subsidio hasta por dos años de seguro de desempleo. Los padres reciben un pago mensual por cada hijo después del primero, comenzando con $176 por su segundo hijo y, a la mayoría de los asalariados se les requiere que tomen cinco semanas de vacaciones, aunque los profesionales y los dueños de negocios, como lo son muchos en la Rue Louis Braillie, toman mucho menos días libres.
Rechazo a recortes. La oposición política a recortes incluso pequeños en los programas sociales ha sido intensa. El predecesor de Hollande, Nicolás Sarkozy, un conservador, redujo algunos pagos de seguridad social, hizo más estrechos los criterios para obtener los beneficios de desempleo y de ingresos mínimos, y presentó otras propuestas que no pudo poner en práctica ante las protestas que lanzaron a las calles a millares de personas.
Hollande está enfrentando una firme oposición a una propuesta que requeriría que la gente trabajara 18 meses más antes de calificar para los beneficios del retiro.
La tensión entre la presión para los recortes de presupuesto y la naturaleza profundamente incrustada de estos programas sociales está presente en los individuos.
Sarah Revet, de 31 años, quien vive en la Rue Louis Braille, pudo volver a trabajar después de tener hijos debido a una iniciativa pública que le permitió obtener un título que podía usar para trabajar en la alcaldía local. También gozaba del preescolar subsidiado para su hijo de tres años y recibía los pagos familiares estatales que le facilitaron el pago de una niñera para su bebé.
Pero cuando fue despedida debido a los recortes presupuestarios, no calificó para los beneficios de desempleo porque su puesto había sido de medio tiempo y temporal.
Sin embargo, aún cree en un sistema de gobierno que se asegura de que los pobres, especialmente, tengan una amplia red de beneficios.
Calle abajo, Jouve, el dueño de la tienda de juegos Tapis Vert (Tapete Verde), cree que la razón de que la Administración esté en tan nefastos apuros, es que hay demasiados servidores públicos. El gasto del Gobierno representa alrededor de 56% del producto interno bruto de Francia, en comparación con 44% en Alemania y 40% en Estados Unidos, según Eurostat, la agencia de estadísticas de la Unión Europea.
El alcalde de Saint-Étienne, Maurice Vincent, dijo que solo había 3.500 trabajadores municipales, pero admitió que el número no incluía a la policía, al personal hospitalario, ni a profesores y personal de la universidad; tampoco a los servidores públicos del área metropolitana. En total, serían 25.000 empleados públicos.