Hace apenas 15 años esta empresa hubiera sido imposible. Los belgas mantienen una relación “emocional” con su pasado colonial, explica Guido Gryseels, director del museo que batalló por más de una década para impulsar el proyecto.
“Recién ahora Bélgica está mentalmente preparada para tener un museo con una mirada crítica de su pasado colonial”, añade.
El museo nació para la exposición universal de 1897 cuando Leopoldo II , propietario del Estado Libre del Congo desde hacía tres años, decidió crear una sección congoleña en Tervuren, en las afueras de Bruselas para lo cual dispuso la construcción del Museo de las Colonias.
El éxito de esta exposición que en seis meses fue visitada por 1,3 millones de personas desembocó al año siguiente en la creación del Museo del Congo que rápidamente necesitó de un nuevo edificio, el “pequeño Versalles” querido por Leopoldo y construido por un arquitecto francés, Charles Giraut, el mismo que diseñó el Petit Palais de París, rodeado por jardines a la francesa.
Un edificio que “ilustra la ambición, hasta la desmesura” de Leopoldo II, manifiesta Yoto Djongakodi, del comité de asociaciones africanas en Bélgica.
El objetivo del monarca era sensibilizar a este pequeño país, que dominaba sobre un territorio 80 veces más grande que su superficie, sobre los importantes recursos naturales y su explotación, en particular del caucho –en momentos en que nacía la industria automotriz–, tarea que llevaban a cabo por medio de una represión sangrienta.