Londres. EFE. Los autobuses de dos pisos de Londres, cargados de munición, soldados e incluso palomas mensajeras, fueron imprescindibles en el frente durante la Primera Guerra Mundial , según recuerda una muestra presentada ayer en el Museo de Transporte.
Para conmemorar el centenario de la contienda (1914-1918), esa galería londinense abre Goodbye Picadilly, sobre el papel que tuvieron los 1.185 autobuses que Inglaterra envió al frente durante el conflicto y considerados hoy “memoriales andantes”, explicó la comisaria de la exposición, Caroline Macvay.
Teñidos de verde caqui, porque pasaría más desapercibido que su color rojo original, los autobuses urbanos de la capital británica se utilizaron para llevar soldados, municiones, medicamentos y alimentos al frente de guerra. El 75% de ellos fueron víctimas de las bombas y nunca regresaron.
Otra de sus funciones clave en el transcurso de la guerra fue el transporte de palomas mensajeras, utilizadas para comunicar de forma segura las posiciones del enemigo.
El superviviente. La joya de la exposición es un viejo autobús modelo Ole Bill, de 1911, restaurado y pintado de nuevo de rojo al regresar de la guerra, que siguió funcionando algún tiempo en Londres y que, en 1920, circuló por última vez en un desfile para celebrar el armisticio.
Con capacidad para 34 personas, una velocidad de 19,3 kilómetros por hora y 3,3 metros de altura, solo un metro menos que los actuales, ese vehículo llama la atención entre las fotografías, carteles y documentos que integran la parte más teórica de la muestra.
Se trata del modelo que más se utilizó en la llamada “Gran Guerra” y el primero que se produciría en masa en las fábricas, manifestó Tim Shields, director de restauración de esos vehículos.
“No estaban preparados para el barro ni el frío, habían sido diseñados para la ciudad”, pero cumplieron su función, según Shields.
Los autobuses cruzaban el canal de la Mancha y, nada más llegar a Francia, eran pintados de verde. Solían circular de noche, pero el rojo era demasiado llamativo y podía atraer a sus enemigos, explicó.
La mayoría de choferes eran voluntarios, recibían muy buen trato s y cobraban más que los soldados.
Goodbye Picadilly , título rescatado de una canción que entonaban los soldados británicos en las trincheras, explica también el papel que tuvo la mujer durante la guerra y cómo empezó a trabajar en el sector del transporte.
Aunque tuvieron prohibido hasta los años 70 ponerse al volante, las mujeres británicas empezaron a trabajar en los autobuses en sustitución de los hombres que fueron a la guerra y, vestidas con un informe azul marino con una línea blanca, se encargaban de vender los tiquetes.
Un uniforme de la época se exhibe e en las vitrinas del museo, junto a unas fotografías de Ellen Bulfield, primera cobradora de autobús de Londres.
Las dos primeras salas del museo, ubicado en la popular plaza de Covent Garden, ofrecen además un recorrido cronológico por la Primera Guerra Mundial.
La visita se inicia con el entusiasmo que predominaba en la sociedad británica al inicio del conflicto, cuando la “sensación general era que la guerra iba a terminar antes de la Navidad de 1914”, y muchos ciudadanos se presentaban como voluntarios, señaló Macvay.
Sin embargo, la guerra duró cuatro años, por lo que la sociedad se evadía a través del entretenimiento, “en el cine, el teatro o los pubs del Soho”, agregó.
El recorrido por la contienda concluye con un documental en el que se compara el papel que tuvo entonces el transporte con el que tiene hoy, en el que intervienen militares británicos destacados en Afganistán.
Una pared en la que penden papeles en blanco cierra la exposición, que estará abierta desde el viernes hasta el 8 de marzo del 2015 e invita a los visitantes de más edad a aportar su testimonio sobre cómo vivieron la “Gran Guerra”.