Berlín. EFE. Alemania ha entrado en un compás de espera complejo, a escala interna y para sus socios de la Unión Europea (UE), tras una victoria electoral de la canciller Ángela Merkel que, pese a ser amplia, la aboca a la búsqueda de un gobierno estable que podría ser prolongada.
La desaparición del Partido Liberal (FDP) de la representación parlamentaria supone para la unión de Merkel algo más que tener que renunciar a un socio que, aunque no siempre fue fiable, sí era al menos acomodaticio.
El Parlamento pasará a tener cuatro grupos parlamentarios –conservador, socialdemócrata, La Izquierda y Verdes–, de los cinco que tuvo en los últimos 20 años, lo que reduce el arco de posibles integrantes. Merkel ha dejado claro que no quiere gobernar en minoría, en un país donde se han buscado siempre mayorías estables.
Desde la recta final de la campaña, ya se daba como alternativa más viable a la actual alianza con los liberales una reedición de la gran coalición de la primera legislatura de Merkel (2005-2009) .
Como segunda opción, pese a las diferencias programáticas, se barajaba una innovadora alianza con los Verdes, apuntalada en la capacidad camaleónica de Merkel de adaptarse a todas las situaciones con tal de lograr sus objetivos.
Adiós, liberales. Las elecciones del domingo dejaron a la Unión Cristianodemócrata de Merkel y su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CDU/CSU) a cinco escaños de la mayoría absoluta y al resto de las formaciones tradicionales desarmadas o, en el caso del FDP, herida de muerte.
Los liberalesofrecieron el “día después” de su hundimiento la dimisión en bloque de su presidencia, aunque finalmente se optó por reducirlo a una única víctima, su líder y ministro de Economía, Philipp Rösler.
Los Verdes, que perdieron 2,3 puntos y quedaron en el 8,4 %, optaron por un clásico en ellos cuando entran en conflicto: convocar un congreso para resolverlo, en este caso para renovar su cúpula.
Los únicos que parecen felices –fuera de Merkel– era La Izquierda, ya que pese a perder un 3,3 % de los votos y quedar en un 8,6 % podrán presumir, en palabras de su carismático líder, Gregor Gysi, de ser la primera fuerza de la oposición si se forma una gran coalición.
El derrotado aspirante socialdemócrata, Peer Steinbrück, insistió ayer en que no se ofrecerá sin más a formar una alianza que, en su primera experiencia, costó al partido una sangría de electorado similar a la del FDP ahora.
Steinbrück insistió en que no se precipitará a una gran coalición, al tiempo que advirtió de que, de iniciarse negociaciones, el proceso podía prolongarse semanas o meses. Entre la victoria de Merkel de 2005 y su proclamación como canciller al frente de una gran coalición pasaron 2 meses; para fraguar su alianza con liberales, necesitó un mes.