Burdeos, Francia. AFP. Enfrentados a la creciente precariedad en sus países azotados por la crisis, portugueses y españoles vuelven a emigrar a Francia, país que recibió antes varias olas de emigrantes de la península.
Alves Martinho, portugués de 27 años de edad que dirige una empresa de albañilería en Bayona (suroeste de Francia), es testigo de ese fenómeno: desde enero, no pasa un sólo día en que no reciba llamadas de compatriotas para pedirle trabajo.
"Muchas llamadas son de portugueses que trabajaban antes en España", cuenta. Ante el altísimo desempleo en España (24%), esos emigrantes portugueses se dirigen a Francia, ya que en su país la desocupación roza el 15% y el salario mínimo es de 432 euros. "No pueden salir adelante", dice Martinho.
Silvia Gonçalves, enfermera de 22 años de edad, lamenta "no haber tenido otra opción" que dejar en marzo a su familia en Coimbra (centro de Portugal) para trabajar en una residencia de ancianos bordelesa y escapar a un salario equivalente a cuatro euros por hora.
Vanessa Leal, museóloga de 39 años, aprovechó la ocasión que le dio una beca europea de formación para "probar suerte" en Burdeos, después de haber trabajado con una sucesión de contratos precarios en Lisboa.
"Hace 40 años, los portugueses que emigraban no tenían ninguna formación profesional. Hoy, todo el mundo emigra", dice Ana María Torres, concejal de Burdeos y encargada de las relaciones con la Península Ibérica.
En su opinión, Francia tiene con respecto a otros países la ventaja de "estar más cerca y que el viaje cueste más barato", en particular para los trabajadores del norte de la península, tradicionalmente implantados en el suroeste de Francia, donde la solidaridad familiar y asociativa funciona.
Según estimaciones del Observatorio de la Emigración en Portugal, Francia es históricamente el primer país de destino de los emigrantes. En la década 2000-2010, recibió 580.000 portugueses, más que Brasil (213.000) y que Estados Unidos (191.800). Desde 2011, esa tendencia está en alza.
En el consulado de Portugal en Burdeos, se tiene "conciencia de un aumento de las llegadas al suroeste", pero se evoca una migración ante todo temporal.
En el consulado de España en Pau, donde el saldo migratorio volvió a ser negativo en 2011, con 62.611 partidas de españoles, según cifras oficiales, se constata "un aumento de los pedidos de información sobre las oportunidades de empleo".
Pero "no no se puede hablar de flujo migratorio". El movimiento "es todavía reducido", aunque "los españoles, tradicionalmente apegados a su país hacen idas y vueltas" aprovechando la proximidad geográfica.
Pedro Luis Marín Babón, carnicero de 35 años de edad, hace tales idas y vueltas entre Valladolid y Bayona desde el año pasado.
"En España, las condiciones de trabajo son muy malas: yo ganaba el año pasado 1.200 euros con un horario de 55 horas semanales. ¡Dan ganas de llorar! Este año me propusieron mil euros", cuenta.
En Francia, Marín cobra 1.300 euros con un horario de 35 horas semanales. "Aquí se puede ganar un poco para vivir dignamente", dice, evocando el peso del crédito inmobiliario que tiene que reembolsar.
También "muchos portugueses que buscan trabajo en Francia están endeudados con créditos", señala Torres.
En Portugal, se censaron al menos 50.000 partidas en 2011, una estimación que, si se amplía, acercaría ésta a la ola de migración masiva de los años 1960-70, cuando un millón y medio de portugueses abandonaron su país.