Washington. Luis Almagro no la tendrá fácil. Electo el miércoles como nuevo secretario general de la OEA, el excanciller uruguayo tomará en mayo la batuta de una organización en crisis financiera, que ha ido perdiendo relevancia a lo largo de los últimos años y profundamente dividida por líneas ideológicas.
Nunca ajeno a los retos, este diplomático de 51 años dice tener un plan que busca transformar la OEA en un organismo moderno, eficiente y a tono con las nuevas realidades regionales.
El nuevo secretario ofrece las primeras pinceladas de esa obra en construcción y anuncia, entre otras cosas, que ofrecerá su pleno respaldo al proceso de paz en Colombia.
Asimismo, dice que las sanciones de EE. UU. contra funcionarios venezolanos no contribuyen a generar el clima de diálogo que se necesita para supera la situación.
¿Cuáles son para usted los retos más apremiantes que afronta la OEA?
La OEA tiene que generar más credibilidad en los países miembros. Para ello debe hacer bien aquello donde tiene una ventaja comparativa y eso es en los cuatro pilares estratégicos de la organización: democracia, derechos humanos, seguridad multidimensional y desarrollo integral.
¿Cómo espera lograrlo?
He propuesto iniciativas concretas en varias áreas:
Seguridad ciudadana: está entre los dos o tres primeros temas en la preocupación de todos los países del hemisferio. Trabajaremos en una iniciativa hemisférica junto a las multilaterales, con un enfoque integral del problema.
Escuela de gobierno: Contribuiremos a la formación de los cuadros del sector público y la sociedad civil, dotándolos de herramientas para el buen gobierno, la transparencia, rendición de cuentas y logro de consensos.
Prevención de conflictos sociales: Facilitaremos el diálogo entre inversionistas de fuera y de la región con los Estados y las comunidades en aquellos sectores productivos claves que generan riqueza y conflictos en su distribución.
Prevención y gestión de desastres naturales en el Caribe y Centroamérica: Articularemos un fondo y una red de mejores prácticas con el Sistema de Naciones Unidas y los organismos multilaterales.
Interconectividad en el Caribe: Una iniciativa para superar las brechas de conectividad digital, además de fluvial y aérea, atrayendo inversiones a dicha región para promover el progreso y la oferta laboral para los jóvenes.
Red Panamericana sobre Calidad de la Educación: Una iniciativa de Colombia, la cual he hecho mía, porque es esencial para el hemisferio, ya que nos permitirá pasar de los éxitos en el acceso de la gran mayoría a la educación a la obtención de mejores resultados educativos.
¿Qué espera conseguir en estos cinco años?
Lo dije con claridad en mi discurso de aceptación. No me interesa ser el administrador de la crisis de la OEA, sino el facilitador de su renovación.
“Me he pasado una buena parte de los últimos ocho meses dialogando con gobiernos, sociedad civil, sector privado y he comprobado junto a ellos, que aún tienen esperanzas en que la OEA pueda acercarse a la nueva realidad del hemisferio para contribuir a garantizar más democracia, más derechos, más seguridad y más prosperidad para todos. Si logramos eso al final de mi mandato creo que podremos mostrar resultados tangibles”.
¿Cómo sanear las finanzas de la OEA, un lastre que arrastra desde hace muchos años y que sin duda limita su efectividad?
Hay un fuerte consenso acerca de la necesidad de orientar el presupuesto hacia los nuevos objetivos y hacia los resultados por obtener, de manera de gestionar mandatos más razonables y hacerlo con mayor eficiencia.
“Vamos a trabajar también con los organismos multilaterales de crédito, ensanchando alianzas estratégicas, como una manera de aprovechar sinergias y complementarnos mejor”.
Muchos mencionan que la permanente tensión que existe entre el principio de la no intervención en asuntos internos y la defensa de la democracia paraliza a la OEA. ¿Lo ve así?
No veo la contradicción que la pregunta sugiere. Creo que la carta democrática de la OEA fija los parámetros para la acción del organismo en casos de interrupción del sistema democrático y se la ha invocado en varios casos en el pasado. El principio de no intervención es fundamental a la hora de regular la relación entre los Estados, la convivencia pacífica entre los mismos, y la democracia como tal.
El surgimiento de otros foros como Unasur y Celac le han restado relevancia a la OEA en años recientes. Al menos la han reemplazado en funciones que antes recaían en la organización. ¿Cómo recuperarla?
Son foros distintos y creo que se pueden coordinar perfectamente. Se trata de ganar una nueva credibilidad pero partiendo de la realidad que dichos foros existen y que lo central es buscar la adecuada coordinación y complementariedad. Lo cierto es que la OEA ofrece una configuración única, es América toda, del sur al norte, pasando por el centro y el Caribe y hay que generar una agenda de cooperación positiva que haga que los países la vean como un instrumento del que todos se benefician. Además, cuenta con un cuerpo jurídico y de Derechos Humanos que es único a nivel global y que sienta claras obligaciones para los países miembros. Creo que la OEA discursiva, burocrática, alejada de las preocupaciones de los pueblos americanos, anclada en los paradigmas del pasado, está definitivamente dando paso a una OEA del Siglo XXI, que pueda convivir con las nuevas realidad regionales.
¿Cuál cree que será el papel de la OEA ante un eventual acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC?
Hay en la actualidad una misión de la OEA trabajando en Colombia. Dicho proceso de paz contará con todo mi apoyo y la presencia de la OEA será fortalecida en función de las necesidades que surjan de dicho proceso. La paz no solo es buena para Colombia, sino para todo el hemisferio.
¿Cree que la comunidad internacional aceptaría un proceso de paz en el que aquellos responsables de crímenes de guerra y graves violaciones a los derechos humanos terminen sin pagar un solo día de cárcel?
Este es un tema que los actores de dicho proceso deberán determinar en función de los objetivos del diálogo de paz en curso y de las lecciones que se han extraído de procesos similares realizados en otras latitudes.
Varios países, entre ellos el suyo, van por la senda de la legalización o despenalización de la droga. ¿Es ese el camino para la región?
Lo cierto es que la llamada “guerra contra las drogas” no ha cumplido los fines esperados. En ese sentido, Uruguay ensayó un camino que enfoca el problema como un tema de salud pública y que se está implementando.
“Este abordaje recoge experiencias de otros países y de varios estados de los Estados Unidos. No hay un modelo único por seguir, y de la experiencia internacional han de surgir alternativas diversas al modelo monolítico que basaba sus resultados en la represión”.
Cuba va a la Cumbre de las Américas, pero insiste en mantenerse alejada de la OEA. ¿Qué hace falta para su retorno?
Creo que acercar a Cuba a la OEA sería bueno para todos los países miembros por lo que este país puede aportar en varias áreas de la agenda de desarrollo, pero al mismo tiempo no hay que forzar los tiempos ni los procesos. Hay un diálogo bilateral entre Cuba y EE. UU., es algo histórico, como también lo es la participación de Cuba en la Cumbre de las Américas. Yo trabajaré en la dirección de que Cuba pueda reintegrarse plenamente al ámbito interamericano, pero los ritmos estarán condicionados a viabilizar ese reencuentro.
¿Qué opina de las sanciones de EE. UU. a Venezuela?
Son parte de una decisión soberana, sin duda. No creo, sin embargo, que contribuyan a generar el necesario clima de diálogo entre todos los sectores de la sociedad venezolana, incluidos la oposición y el Gobierno, algo necesario en el actual contexto de polarización que vive el país.
¿Cómo piensa enfrentar la crisis que se vive en Venezuela?
Es un tema que los venezolanos deberán resolver. En este momento no soy el secretario general de la OEA en funciones, sino el electo, pero le adelanto lo que creo es un curso de acción deseado. En Venezuela es esencial respetar el ordenamiento democrático institucional, evitar cualquier tipo de aventura antidemocrática, y facilitar un diálogo ordenado entre todos los sectores de la sociedad, incluidos Gobierno y oposición a partir de buscar puntos mínimos de acuerdo y así generar confianza mutua. La OEA puede colaborar. Yo trabajaré en esa dirección cuando asuma el cargo.