Seúl. EFE. Kim Jong-il, fallecido el sábado, estuvo al frente de la única dinastía comunista hereditaria del mundo durante 17 años, en los que convirtió su país en una amenaza nuclear tan hermética como empobrecida.
Desde que en agosto de 2008 sufriera una apoplejía, las apariciones públicas de Kim fueron contadas y en ellas mostró una figura cada vez más frágil y demacrada, aunque siempre con sus inseparables gafas de sol y el uniforme militar que fueron su seña de identidad.
Si su padre, Kim Il-sung, fundador de Corea del Norte, era el “gran líder” y “presidente eterno”, Kim Jong-il fue el “amado líder” de los norcoreanos, a los que gobernó con mano de hierro y un sólido aparato de propaganda desde 1994.
Durante su régimen dictatorial, basado en la glorificación de su persona y la de su padre, Jong Il se consolidó como un estratega desafiante y anacrónico que, pese a una economía destrozada, erigió su país en una potencia atómica.
La apoplejía sufrida hace tres años por el líder norcoreano, le dejó secuelas visibles; a ello se sumaron la diabetes y los problemas cardiacos que supuestamente también padecía.
Se cree que Kim Jong-il nació el 16 de febrero de 1941 en Siberia, donde su familia se exilió en la Segunda Guerra Mundial. Su biografía oficial, empero, afirma que llegó al mundo en la montaña sagrada norcoreana de Paektu, en 1942 –justo 30 años después del nacimiento de su padre– y que su nacimiento estuvo acompañado de un doble arcoíris y una nueva estrella.
Tras su graduación se hizo cargo de los departamentos de Cultura y Propaganda del Partido de los Trabajadores. En 1980 fue designado oficialmente el sucesor de su padre y miembro del Comité Central y del Comité Militar de la formación. Pero el primer puesto de poder real le llegaría en 1991, cuando se hizo cargo de las Fuerzas Armadas como comandante supremo.
Tres años más tarde, en julio de 1994, fallecía su padre y él se convertía en el nuevo líder de los norcoreanos, aunque formalmente todos los poderes del país estalinista los asumió después de otros tres años de luto confuciano.
Considerado impaciente y excéntrico, amante de la buena mesa y el alcohol, Kim Jong-il se ganó además fama de mujeriego, aunque su vida privada transcurrió envuelta en el misterio.
Según un libro del que fuera uno de sus cocineros, el líder organizaba grandes banquetes y fiestas en las que no faltaban sushi o caviar ni alcohol de su bodega, de cerca de 10.000 botellas.