Estos atentados, sin precedentes desde que comenzó la revuelta en marzo contra el régimen del presidente, Bashar al-Assad, se producen al día siguiente de la llegada de una delegación de la Liga Árabe que debe preparar el arribo de observadores.
El Ministerio de Interior sirio indicó que 44 personas murieron y 166 resultaron heridas por estos atentados, detrás de los cuales ve “la mano de al-Qaeda”.
“El terrorismo quiso que la primera jornada de los observadores en Damasco sea trágica, pero el pueblo sirio hará frente a la máquina de matar, apoyada por europeos, estadounidenses y ciertos árabes”, declaró el viceministro de Relaciones Exteriores, Faysal Mekdad, quien añadió que Siria iba a “facilitar al máximo la misión de funcionarios de la Liga Árabe”.
Por otra parte, el Consejo también acusa al Gobierno de haber transferido a “miles de detenidos a guarniciones militares fortificadas”, en donde los observadores no tienen acceso, y de haber advertido “a los médicos y todos los que trabajan en los hospitales para que no hablen con los observadores”.
En el extranjero, varias capitales occidentales que condenaron los atentados se inquietaron sobre sus consecuencias. Entre ellas, Washington estimó que no debían impedir que continúe la misión de los observadores.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, declaró estar “seriamente preocupado por la escalada de violencia”, indicó su portavoz.
Rusia, a quien las potencias occidentales acusan de bloquear en la ONU la adopción de una resolución que condene a Siria, calificó los atentados de actos “bárbaros” cuyo fin es atizar “la confrontación”.
El adjunto al secretario general de la Liga Árabe, Samir Seif al-Yazal, que llegó ayer a Damasco para dirigir la llegada de los observadores, se dirigió al lugar del drama.
Al-Yazal indicó que “la misión de observación partirá hacia Damasco el lunes” y que incluye “a más de 50 expertos árabes de diferentes especialidades, como política, derechos humanos y militar”.