Kuala Lumpur AP, EFE Malasia ordenó el jueves a su Armada y Guardia Costera que rastreen el mar en busca de migrantes abandonados en sus barcos. Se convirtió así en el primer país que anuncia que se acercará a los refugiados en vez de esperar a que lleguen a sus costas, dijo el primer ministro, Najib Razak.
En una señal positiva, Birmania, el país del que parte la mayoría de los refugiados, de la etnia rohinyá, anunció que asistirá a una reunión regional en Bangkok el viernes 29 de mayo, una ocasión para que las naciones más afectadas por la crisis migratoria puedan discutir soluciones de largo plazo.
Antes, el país había dado pistas de que no asistiría a la cumbre, que reunirá a más de una docena de Gobiernos de la región y de fuera de ella.
Visita. La decisión se produce cuando estaba prevista una visita del canciller de Malasia a Birmania. El Ministerio malasio emitió un comunicado muy cuidadoso, en el dijo que las dos partes “intercambiarán sus opiniones sobre los movimientos irregulares de personas en el sudeste asiático”.
El comunicado utilizó un lenguaje políticamente correcto para no ofender a Birmania, que se niega a asumir responsabilidad alguna en el asunto si se menciona la palabra “rohinyá”.
En las tres últimas semanas, más de 3.000 personas, musulmanes rohinyá, que huyen de la persecución en Birmania, y ciudadanos de Bangladés, que buscan escapar de la pobreza, han llegado a bordo de barcos atestados a las costas de Indonesia, Malasia y Tailandia.
Aunque en un primer momento expulsaron a muchas embarcaciones de sus costas, Malasia e Indonesia anunciaron el miércoles que ofrecerán refugio temporal a todos los migrantes.
A pesar de que el anuncio fue visto como un avance importante, grupos de derechos humanos manifestaron que la propuesta cubre solo una parte del problema, e instaron a los países a iniciar la búsqueda activa de quienes siguen abandonados en el mar.
La agencia de refugiados de la ONU cree que todavía hay 4.000 personas en el mar, aunque activistas elevan la cifra a 6.000.
Naciones Unidas dijo que los rohinyá son uno de los grupos más perseguidos del mundo. Ni Birmania ni Bangladés los reconocen como ciudadanos.
En Birmania, de mayoría budista, incluso el nombre es tabú. Funcionarios del país se refieren al grupo como “bengalíes” e insisten en que son migrantes del país vecino en situación irregular, no obstante que la mayoría lleva generaciones viviendo en el país.
Discriminados. En los últimos años, los rohinyá de Birmania se han enfrentado con una discriminación cada vez más grande y auspiciada por el Gobierno.
Han sido el objetivo de turbas violentas de extremistas budistas y confinados en campos. Al menos 120.000 personas han huido por mar, y un número desconocido de ellos fallecieron durante el trayecto.
El grupo Parlamentarios de la ASEAN por Derechos Humanos se congratuló por la actitud de Malasia e Indonesia, pero recordó que, sin atacar las raíces del problema, el esfuerzo será vano.
“ Un techo aunque sea temporal es mejor que un ataúd flotante, pero el acuerdo está aún lejos de ser lo que hace falta para combatir la crisis”, destacó el presidente de este grupo, el diputado malasio Charles Santiago.
“Una solución cabal debe hacer más que atender temporalmente las necesidades de solo 7.000 refugiados”, señaló.
Según Santiago, “debe incluir un plan regional de acción que presione al Gobierno de Birmania a acabar con la persecución sistemática de alrededor de 1,3 millones de personas”.